De no tener ningún diputado en el Congreso a contar con 24, uno de ellos por la provincia de Alicante. De cero escaños en las Cortes Valencianas, a lograr diez, cuatro de ellos de cuño alicantino. Sin embargo, no fue suficiente. Los sondeos le daban un poco más a Vox, algunos incluso bastante más, y las expectativas también eran más elevadas. Y, encima, no sólo ganó el PSOE, sino que la derecha no sumaba. El partido ultra no tenía capacidad alguna de echar al «frente popular» y tampoco se había impuesto a la «derechita cobarde». La voz de uno de los apoderados que había pasado por tres mesas resumía las sensaciones que tenían muchos al filo de la medianoche: «Hemos perdido», dijo con voz apesadumbrada nada más cruzar la puerta del Salón Europa del Hotel Meliá, otrora cuartel general del PP, y reconvertido anoche en el de Vox. «No, no hemos perdido, hemos pasado de no tener diputados a tener 24», le respondía una de las militantes que había estado en el «staff» organizativo de la celebración desde primeras horas de la tarde. «Yo cuando juego un partido siempre salgo a ganar», le espetaba el apoderado. «Media España no ha hecho lo que tenía que hacer. Si todas las provincias hubieran trabajado igual, tendríamos 56 diputados. Por lo menos, Alicante ha conseguido unos buenos resultados», decía poco después a otro de los apoderados que tachaba la situación de «desastre». La escena resumía perfectamente cómo había acabado la noche. De la alegría contenida con la que había comenzado la tarde, nada más cerrarse las urnas, se había pasado al nerviosismo y, de ahí, directamente, a la decepción.
La jornada fue dando un giro a medida que avanzaba el tiempo y, por consiguiente, el escrutinio. «Pase lo que pase es un triunfo», decía alguien cumplidas las ocho de la tarde, con el sonido de Televisión Española de fondo. La encuesta de GAD3 les daban 36 diputados, quizás 38, y a eso se remitían oficialmente a los periodistas, aunque en los corrillos de militantes se mostraban convencidos de que rascarían algo más, como había sucedido en Andalucía. Tanto es así que a los espontáneos que se iban acercando los citaban para las nueve y media de la noche, hora a la que estaba previsto que llegarían los candidatos: la número uno a las Cortes Valencianas, Ana Vega; el cabeza de lista al Congreso, Manuel Mestre; y el candidato al Senado, Pascual Moxica. Ni siquiera la prensa podía entrar ni tomar fotos hasta que no llegaran. Sotto voce hasta admitían que sólo dejarían pasar a la celebración a un máximo de 200 personas, cifra que no llegó a alcanzarse en ningún momento de la noche. A lo más que se llegó fue a una treintena de personas, que aumentó un poco cuando sobre la una empezaron a llegar apoderados.
Cierto es que el goteo fue constante, pero casi igual que la gente llegaba, se acababa yendo. Eso sí, todos engalanados para la ocasión con banderas rojigualdas en todas sus versiones: enseñas con mástiles, en formato sábana, pintadas en la cara, estampadas en camisas, mucho polo de Spagnolo y, sobre todo, en pins en la solapa. Por ir, hasta el vigilante de seguridad iba ataviado para la ocasión, con pulsera rojigualda con el logo de Vox.
A las nueve y media de la noche ya se vislumbraba por dónde podría ir el resultado final. Ya no sólo no llegaban más personas, sino que algunas empezaban a marcharse, con el argumento de que el lunes era laborable en Alicante. Primero habían cerrado el paso, y, luego, una vez abierto, ya pocos querían estar. «La gente está en las mesas aún», trataban de justificarse entre ellos. Ni la comparecencia sobre las diez y media de la noche de Javier Ortega Smith en el bastión en el que se ha convertido la plaza de Colón de Madrid les sacaba de la atonía. Y los candidatos seguían sin aparecer. Fue sobre las once cuando por fin aparecieron. Abrazos, felicitaciones y un «nos vamos al Congreso», que le lanzaba Ana Vega a Manuel Mestre, no se sabe muy bien si para infundir ánimos a los demás o para insuflárselo a ella misma. La tibieza sólo se rompió en ese momento y poco después, cuando se silenció el reguetón, para escuchar la comparecencia de Santiago Abascal. Aplausos apocados, pero aplausos al fin y al cabo.
«Si conseguimos mantener el ritmo, podemos llegar a los cuatro o a los cinco concejales», comentaba a un compañero la número uno a las Cortes. Por la cara que puso, no le debió convencer mucho. Vox había quedado por debajo de lo que daban algunas encuestas y muy por debajo de las expectativas que tenían muchos. Había poco consuelo.
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