Le conocí en 1988, tiempo después de que desde su escaño como concejal de la antigua Alianza Popular en Elda, tomara la curiosa costumbre de abandonar durante unos minutos su puesto para tomar una fotografía de la sesión que al día siguiente debía publicarse en este periódico. Hoy lo tomaríamos como una extravagancia, pero en aquellos tiempos en que el periodismo se elaboraba de un modo casi artesano, la normalidad con que Juan Cruces se empleaba en su labor de fotoperiodista, le definía absolutamente como profesional y como persona. Juanito Cruces, o Cruces-Ernes, como firmaba sus trabajos en INFORMACIÓN, nos enseñó a todos los que pasamos en aquellos años por la delegación de Elda, que la vorágine por la que transita este oficio podía ser compatible con la serenidad con que él se aplicaba a la fotografía. En ocasiones, esa templanza podía ser irritante para el redactor, que, sin embargo, al final del día acababa por darse cuenta de que lo importante de verdad era la eficacia en el trabajo. Y eso era Juan, efectivo. Con él siempre sabías que de un modo u otro lograría la anhelada imagen que debía acompañar al texto del periodista. De ello pueden dar fe Juan Ramón Gil, Baldomero R. Díaz, Javier Izquierdo, Carmen Lizán, yo mismo y muchos otros de quienes trabajamos con él entre finales de la década de 1980 y principios de la siguiente.Como Carlsson o Perfecto Arjones, Juan Cruces era un fotógrafo a la vieja usanza, de los de revelado químico en blanco y negro, jaleado por la urgencia de que las imágenes llegaran a tiempo a la redacción central de Alicante metidas en un sobre que cada tarde depositaba en un autobús de linea en Elda. En común con sus coetáneos, ejecutaba su profesión a la manera de un orfebre en tiempos en que no existía el Photoshop o cualquier otro programa que desvirtuara la pureza del arte de la fotografía. Ante el nerviosismo habitual que impera en las redacciones, la tranquilidad de Juan Cruces se convertía en virtud, hasta que uno comprendía que aquella templanza era el resultado de su bonhomía y de sus cualidades de buen compañero. A muchos de nosotros, Juanito Cruces nos enseñó a amar esta profesión, a respetarla, a relativizar los tiempos, a llegar el primero al lugar donde se producía la noticia y a darle a la imagen el valor que merece en el Periodismo, ese que provoca que la mejor de las narraciones se quede coja si no va acompañada con la fotografía adecuada. Ahora andará en cualquier parte, tranquilo, entrañable, sereno, cámara en mano, sin prisa por vadear por los caminos inescrutables de la eternidad.