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El embolsado de la uva de mesa pierde esta campaña 3.000 puestos de trabajo

La caída del 30% de la cosecha por el granizo, la reducción natural de la producción y el abandono de los cultivos lleva aparejada una destrucción de empleo temporal para el sector sin precedentes en los últimos años

Los jornaleros han comenzado a embolsar las variedades de uva de mesa más tempranas en una campaña que finalizará en agosto. MANUEL R. SALA

Las viñas de uva de mesa del Medio Vinalopó vuelven a teñirse de blanco sobre verde con la campaña del embolsado del racimo. Una técnica artesanal y única en el mundo, que se viene realizando desde hace más de cien años hasta convertirse en una seña de identidad y calidad que ha dado lugar a la Denominación de Origen. Un medio sencillo y ecológico que tiene por finalidad proteger la preciada fruta de las inclemencias del tiempo -sol, granizo, viento, lluvia y rocío- así como de la voracidad de aves e insectos.

El tradicional embolsado finalizará en la primera semana de agosto y durante mes y medio dará empleo temporal a 7.000 trabajadores, 3.000 menos que en las últimas campañas. La razón es que este año hay menos cosecha que embolsar. Un 30% menos que el año pasado como consecuencia del pedrisco caído en la primera quincena de junio, la oscilación natural de la producción y el progresivo abandono y arranque de las viñas por su baja rentabilidad.

Serán, por tanto, alrededor de 60 millones de kilos de uva de mesa los que se recolecten en la actual campaña si no surgen contratiempos inesperados. Una significativa merma que también ha tenido consecuencias para el empleo. El primer efecto ha sido la pérdida de 3.000 contratos para el período del embolsado. Una tarea que este año ha comenzado, además, con un ligero retraso debido, precisamente, al peritaje de los daños ocasionados por el granizo. Pérdidas por causas climatológicas que, en términos generales, han reducido la previsión de la cosecha en un 15%. Principalmente en los municipios de Aspe, Monforte del Cid y Novelda, y concretamente en los parajes rurales de El Campet y Monteagud, donde se han registrado daños en la totalidad de la superficie cultivada.

Los bolsitos se elaboran con celulosa virgen y no se retiran hasta que la uva haya madurado y esté lista para ser recolectada en otoño-invierno y, especialmente, en Navidad. Se empiezan a embolsar siempre las variedades más tempranas -Ideal, Red Globe, Doña María y Victoria- dejándose la famosa Aledo para cerrar el ciclo en la primera semana de agosto. Es un trabajo laborioso y el Valle de las Uvas requiere para ello de una mano de obra experimentada, que empleará 80 millones de bolsitas para recubrir los racimos de las fincas de Aspe, Monforte, Novelda, La Romana, Agost y Hondón de las Nieves y de los Frailes.

Los jornaleros -españoles e inmigrantes afincados en su mayor parte en el Medio Vinalopó- suelen agruparse en cuadrillas y acostumbran a trabajar a destajo, esto es, cobran una tarifa fija por completar una tarea. Actualmente el salario que perciben oscila entre los 25 y 30 euros por cada millar de bolsitos colocados. No obstante, este precio aumenta en función de las dificultades que ofrezca el tipo de viña en el que se trabaje. El parral, por ejemplo, se paga más caro por estar elevado.

Una técnica única en el mundo que cumple 101 años

Fue el noveldense Manuel Bonmatí Abad (1883-1969) quien en 1919 descubrió, de forma casual, la técnica del embolsado para combatir la temible plaga de Lobesia botrana, conocida popularmente como la polilla del racimo de la vid.

Entre 1912 y 1919 el ingenioso agricultor puso en práctica muchos métodos para evitar que sus viñedos de la variedad Valencí Blanco -hoy desaparecida- fueran arrasados por el insecto. Pero ninguno dio resultados hasta que se le ocurrió poner sobre los racimos de las uvas unas simples bolsas de papel atadas al extremo superior con un cordel.

Un método sencillo e inocuo que, además de resultar eficaz frente a la voracidad de la polilla, también protegía a las uvas de insectos y animales. En un primer momento su descubrimiento generó incredulidad entre las autoridades agrícolas y fue objeto de burla y mofa.

Pero el embolsado se fue extendiendo a medida que se iban demostrando sus beneficios. Y no solo como un medio de protección del racimo sino también para mejorar la coloración de los granos y retrasar su maduración.

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