Tener un libro entre las manos, abrir sus páginas y llegar a comprenderlo es un reto para los usuarios del centro ocupacional La Torreta de Asprodis en Elda, que cada tres semanas se acercan a la biblioteca pública Alberto Navarro con el objetivo de leer. Allí, en una mesa, se preparan para hacerlo en grupo. Antes sus monitoras, Mª José Mínguez y Mª Ángeles López, les dan unas pautas para comprender los párrafos que están a punto de descifrar.

Con edades entre los 25 y los 63 años, han creado su club de lectura. Son especiales, son personas con discapacidad intelectual y sus libros también lo son. Frente a las abigarradas estanterías de la biblioteca donde apenas cabe una publicación más, en las dedicadas a los escritos de lectura fácil todavía hay espacio y por eso, están luchando porque se incrementen el número de ejemplares.

La lectura fácil son libros que siguen las directrices Internacionales de la IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions) y de Inclusion Europe en cuanto al lenguaje, el contenido y la forma. Se dirige a las personas con dificultades lectoras transitorias o permanentes.

La primera aventura fue conseguir el carnet de la biblioteca. Después de este trámite, Satur se ha aficionado a andar en sus pasillos y a devorar libros de Astronomía, la materia que más le gusta. «Sentarme en la biblioteca es una nueva experiencia», explica.

La mayoría de los integrantes del club de lectura se enfrentan a un libro por primera vez. Sara es una de ellas, acaba de aprender, apenas ha tenido la oportunidad de acercarse a las páginas escritas, pero sabe que detrás de cada una hay una puerta abierta a la imaginación. Y así explica su sensación al leer: «Te imaginas en tu cabeza lo que sienten». A Sara le gustan los de aventuras, «pero que sean cortitos», reconoce mientras ríe.

Sentado a su lado, pero en el polo opuesto en materia de lectura, se encuentra Chema. Es un aficionado a los cómics. No duda ni un ápice a la hora de decantarse por un autor. Su favorito es Francisco Ibáñez y sus archiconocidos personajes Mortadelo y Filemón. Chema dice que «antes había pisado alguna vez la biblioteca pero ahora vengo con más facilidad». Coincide en gustos con su compañero José María, que es un gran apasionado del universo Marvel.

Manolo es la primera vez que tiene un carnet de biblioteca pero desde pequeño es un gran aficionado a la poesía y quiere ser poeta. No había leído poemas, pero en su casa los ha oído recitar una y otra vez. «Mi bisabuelo recitaba poesías», y por eso Manolo siente gran pasión por este género.

Pocos podrían imaginar que Cristina, que hace sus primeros pinitos en la lectura, es una aficionada a la saga de Sherlock Holmes y estos son los libros que, en la versión de lectura fácil, se lleva a su casa. «Me encanta, es un gran detective, que investiga muy bien», asegura con contundencia.

Mínguez explica que al club «venimos a leer un libro, a entenderlo mejor y a debatirlo». En este sentido, López apostilla que «es una forma de abrirnos a la sociedad. Las bibliotecas parece que son para todos pero a ellos les costaba venir porque los libros no son adaptados a sus necesidades en muchos aspectos porque hay términos que desconocen». «Queremos que sea no sólo un aprendizaje sino también ocio», concluyen las dos monitoras.