La pólvora se adueñó ayer mañana de Elda. Era el momento de llamar a las tropas a la batalla y el estruendo de la arcabucería fue el encargado de despertar a la ciudad de una larga noche de fiesta. Antes en los cuartelillos, los más madrugadores ya habían dado cuenta de un buen almuerzo con el objetivo de coger fuerzas para una de las jornadas más intensas de los Moros y Cristianos, la que auna la Embajada Mora por la mañana y la Entrada Cristiana por la tarde.

Cientos de arcabuceros participaron en el alardo y posterior embajada. A partir de las diez de la mañana, comenzaron a resonar los arcabuces a golpe de fuego y pólvora desde la calle Antonino Vera hasta la calle Colón. Los alardos son los actos en los que más pólvora se utiliza. Más de la mitad de este material explosivo, que llegó a Elda antes de fiestas y que supera los mil kilos, ya se ha gastado. El resto se disparará en la Embajada Cristiana que será el lunes por la mañana.

Las medidas de seguridad se cumplieron a rajatabla así como todos los tiradores habían tramitado los permisos y cursillos que la nueva legislación plantea. A cada uno de ellos se les han entregado una cantimplora sellada con dos kilos de pólvora. Todo ellos para ofrecer un espectáculo vibrante e intenso. Además se instaló a lo largo del recorrido el dispositivo de emergencia previsto en la junta local de seguridad.

En 1994, año del cincuentenario de los Moros y Cristianos eldenses, la comisión organizadora introdujo el elemento de la Estafeta en ambas embajadas. Consiste en que un emisario a caballo lleva hasta el castillo un mensaje con la petición de rendimiento de la fortaleza que es despreciado con desplante. En estos 25 años de historia, este acto cobra cada vez más intensidad y teatralidad.

La estafeta es la antesala de la Embajada y ha dotado al acto de una gran teatralidad. Pero antes de que el caballo corra hasta el castillo de embajadas con la primera de las misivas, el público asistente, que cada año es más abundante, recibió a través de los altavoces toda una lección de historia. Quienes están atentos a la alocución pueden conocer qué pasó durante los siglos de la ocupación musulmanes en Elda, o por lo menos lo que hasta el momento se conoce.

A la llegada del sultán moro, el centinela cristiano tomó su carta y se la llevo a su señor. La respuesta por parte del dueño de la fortaleza fue clara. Al tiempo que rechazó la oferta de paz insistió en que «la plaza no se entrega», palabras que fueron aplaudidas por el público que corregía el calor de la mañana primaveral con abanicos y sombrillas.

Así, antes de que el embajador llegase hasta el castillo de embajadas a cumplir con su misión, las comparsas moras, entraron por la calle Colón como muestra de su potencia y superioridad ante el bando de la cruz. La música con reminiscencias árabes fue la que sonó en el espacio urbano.

La mañana del sábado al igual que la del lunes se están convirtiendo en uno de los momentos que más mima la Junta Central de Comparsas que cuenta con una comisión de Alargo y Embajadas. Los parlamentos entre el moro y el cristiano son una de las señas de identidad de la potencia de las fiestas de Elda y del buen hacer de sus festeros.

La estafeta, el boato, el séquito del Embajador, la propia Embajada, la batalla de arcabucería y lucha final cuerpo a cuerpo de los embajadores en el asalto a la fortaleza, constituyen la estructura de un acto que cada vez cuenta con más adeptos.