La Embajada Mora se inició con el embajador llegando al castillo precedido de los estandartes de los cuatro de las cuatro comparsas de la media luna.Estaban dispuestos a ganar el castillo, primero con la palabra y cuando, las negociaciones se truncaron llegó el momento de pasar a la acción.

De fondo se escuchaban las voces del público llegado de poblaciones cercanas y vecinos de Elda, que parecían imposibles de aplacar. Sin embargo, una vez se acercó el emisario a las puertas del castillo, el silencio se instaló entre los asistentes, pendientes de lo que tenían que decir los representantes de ambos bandos.

Los dos embajadores, David Juan, el moro, y Alberto Rodríguez, el cristiano, consiguieron transmitir con el calor de sus palabras la teatralidad de los textos, que cada año se escuchan en la Plaza de la Constitución. Lo que en un principio fueron palabras suaves que rayaron la cordialidad, al tiempo que se tornaban más duras, subía el tono de los contrincantes hasta el momento en el que el moro llamó a las armas y el cristiano arengó a los suyos con las palabras «viva Elda, viva San Antón y a defender la fe de Jesucristo».

Fue el momento en el que los arcabuces volvieron a ser los protagonistas del acto. La calle Colón y la plaza se llenaron de humo y era casi imposible ver como los tiradores del bando moro iban mermando a las tropas cristianas.

Cuando todavía no había cesado el ruido de los arcabuces se escuchó el de la espadas. A los pies del castillo, se pudo ver un gran espectáculo de esgrima. Los duelista del grupo de esgrima histórica midieron sus aceros hasta que los cristianos llamaron a retirada y se guarecieron en la fortaleza.

Así, en poco más de una hora las tropas de las Huestes del Cadí, Moros Musulmanes, Moros Marroquíes y Moros Realistas derrotaron a las fuerzas de los Contrabandistas, Cristianos, Piratas, Estudiantes y Zíngaros. Los defensores de la media luna conquistaron la ciudad, expulsaron a las capitanías de la cruz e izaron la bandera de la media luna en la torre más alta del Castillo de Embajadas. Bajaron las abanderadas, con las banderas cristianas y en su lugar, en las almenas, tomaron posesión las moras.

Al finalizar el disparo, la música cobró protagonismo para que los del bando moro desfilasen con sus respectivas collas por la calle Colón. Tras el fragor de la batalla, los dos embajadores se fundieron en un abrazo y así terminó el acto.

David Juan y Alberto Rodríguez llevan meses ensayando con sus espadas para dotar de una mayor teatralidad al acto. Junto a la Sala de Armas de Elda han creado una coreografía basada en técnicas marciales diseñadas para llevar la espada. Así, se ha mejorado la puesta en escena. Además, la comisión del Alardo y Embajadas han trabajado para que en este acto no tenga tiempo muerto alguno y que así, los espectadores estén atentos a todo lo que sucede.

Los textos de las embajadas se cambiaron en 1983 con el objetivo de potenciar estos actos. Para la Embajada Mora se eligió el texto alcoyano -uno de los más antiguos parlamentos festeros que se conocen- atribuido al eldense Juan Rico y Amat, escritor y poeta romántico que fue jefe político y corregidor en Alcoy de 1848 a 1850.