Los aires se agitaron en Petrer, en el segundo día de Moros y Cristianos, porque San Bonifacio salía de su ermita. La imagen partió en procesión hacia la iglesia de San Bartolomé a las 13.45 horas con los festeros dedicándole sus salvas de arcabucería. Mientras tanto en las calles del casco histórico los vecinos aguardaban expectantes su paso. A las 14.40 horas irrumpió la restaurada talla en la colorista plaça de Baix ante una multitud entregada. Se vivió entonces uno de los momentos más intensos de la celebración cuando los festeros dieron las típicas vueltas al patrón, mientras los acordes de la Marcha Real se fundían con los aplausos, el revolotear de las palomas soltadas para la ocasión y los vítores a San Bonifacio.

Pero la mañana de la Bajada del Santo ha sido este año muy especial. Todos los comentarios giraban en torno al problema del desabastecimiento de la pólvora que ha estado a punto de dejar sin actos de arcabucería a los petrerenses. De ahí la gran expectación y participación que registró el Alardo con 200 festeros retumbando las calles con sus armas de avancarga. Tanto se recrearon mientras acompañaban a los capitanes y rodelas de las diez comparsas que el retraso llegó a alcanzar los 40 minutos. El momento lo requería y los responsables de la Unión de Festejos así lo entendieron porque ayer también fue un día de sentimientos y emociones. Sobre todo con la ostentación de las rodelas por sus capitanes durante el Alardo, y en la recogida de los nuevos cargos festeros por las comparsas en sus domicilios.

Ninguna diferencia sustancial han notado los arcabuceros con el cambio del tipo de pólvora que, finalmente, ha permitido celebrar los actos de fuego. «Todo se ha desarrollado como siempre y la pólvora sonaba igual. Pero eso sí los festeros se han recreado mucho más que otros años para disfrutar al máximo de los tiros», informó el presidente de la Unión de Festejos, Vicente Escolano Mateo, que por fin respiraba tranquilo al poder despedirse este año de su cargo con la pólvora en las calles. Una pólvora que volvió a quemarse poco antes de las siete de la soleada tarde con el comienzo de la Guerrilla a la que siguió la Embajada Mora. Y ya de madrugada, para cerrar con sorna el día, la humorística Ambaixada en Valencià.