El lindy hop invita a mover los pies con una perenne sonrisa. La música genera movimiento y el dinamismo del baile, felicidad. Así, el swing atrapa cada vez más adeptos en Elda.
Joaquín Vera regresó a Elda de Madrid «envenenado» de este género y en solo cinco años ha contagiado a los cerca de 30 integrantes del grupo «Swing Wolfs». Éste ha llenado plazas como Castelar, Sagasta o Mayor de Elda y el Campet o la Plaça de Baix de Petrer de los sones de una música, que trasporta a la etapa dorada de Hollywood de la mano de Gene Kelly. Combatió la crisis del 29 en EE.UU y en tiempos de penuria renace como cura espiritual.
De todas las edades -desde 22 hasta cerca de los 70 años - para algunos de ellos, el lindy es una forma de pasarlo bien y relacionarse a través del divertido baile mientras que para otros se ha convertido en un estilo de vida, emulando las vestimentas y los gustos de la América más popular.
El lindy es un baile muy inclusivo. En él se cambia continuamente de pareja, y eso facilita la relación entre los participantes y determina su espíritu abierto. Además las parejas no tienen por qué ser de distinto género. Vera cuenta que «en los últimos años este tipo de baile ha comenzado a eclosionar y se debe sobretodo a que es muy social y en el que todos bailamos con todos y se genera muy buen ambiente. Es muy integrador». Tiene sus raíces en el charlestón y el jazz de los años 20-30 por lo que el ritmo es muy «jazzístico» y contagioso.
Los novatos aprenden sus primeros pasos en las salas de la comunidad creativa El Faro de Petrer. A partir de ahí es cuestión de echarle ganas y quitarse la vergüenza, porque uno de los objetivos es participar en «clandestinos», eventos en que de forma casi espontánea se baila en las calles y plazas de distintas ciudades.
Otra de las impulsoras de este grupo, Noemí Gras, explica que «una vez conoces los pasos básicos y las primeras figuras no es difícil iniciarse en este género». Añade que «intentamos que desde el minuto uno se pueda bailar. Luego con algo de destreza en un añito y medio puedes dejar asombrado al público que se para a disfrutar con los clandestinos». «En estas quedadas es donde más se aprende porque bailamos todos con todos y se mezclan parejas de distintos niveles», apunta.