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La crisis de los sectores tradicionales

El campo de Villena envejece deprisa ante la falta de relevo generacional

Los agricultores reconocen que parte de la falta de agricultores se debe a no saber transmitir a los jóvenes el atractivo que tiene trabajar la tierra. En los últimos 14 años han disminuido en casi 3.000 las hectáreas de cultivo en el municipio

Carlos Belda, uno de los jóvenes agricultores que trabajan en el campo villenense. áxel álvarez

El campo villenense envejece, aunque no es una excepción. El abandono de la agricultura ante la falta de relevo generacional es una constante en toda Europa. En 1975 en Villena había unas 19.700 hectáreas de cultivo que descendieron a 14.100 en 2003 y a 10.932 hectáreas en 2017.

Los jóvenes no quieren trabajar en el campo y los que lo hacen se sienten unos incomprendidos.

Uno de los problemas de la falta de relevo generacional en el sector es que los agricultores no han sabido transmitir el atractivo de la tierra. «Existe una carga peyorativa sobre el trabajo en el campo. Se ve como algo malo y es algo que tenemos que cambiar», afirma Carlos Belda, agricultor de 34 años. Por otro lado, Santiago Torró que también se dedica al cultivo del campo, señala que el desconocimiento de la población sobre el sector productivo es tal que cuando a los amigos de sus hijos les comentó que trabaja en el campo le preguntaron si era pobre, «ya que se asocia trabajo en el campo con dificultades económicas», señala.

La mayoría de los jóvenes agricultores provienen de familias vinculadas a la tierra. Sus padres ya cultivaron el campo. Un caso excepcional es Carlos Belda, que con 34 años es agricultor profesional desde 2003. Antes había estado en el sector de la construcción, «pero a mí siempre me ha gustado la agricultura y tras recibir formación, decidí arrendar una finca para trabajar» afirma.

El padre de Santiago Torró era agricultor, sin embargo, decidió estudiar y se licenció en ingeniería agrícola. Tras terminar los estudios universitarios comenzó a trabajar en una empresa relacionada con el sector. No obstante, a los 35 años decidió dar un giro a su vida y gestionar la finca familiar. Ninguno de los dos se arrepiente de la decisión tomada. «En el campo cada día es diferente, yo disfruto con lo que hago. Me gusta trabajar al aire libre, ver crecer los cultivos y no tener jefe» comenta Torró.

Desconocimiento

La agricultura es la gran desconocida en la capital Alto Vinalopó. Villena, con un término municipal de 345 kilómetros cuadrados, es un sector económico fuerte con dos grandes cooperativas- Agrícola Villena y Cooperativa Las Virtudes - y diversas empresas dedicadas al cultivo extensivo de frutales y hortalizas. Según datos estimativos de la conselleria de Agricultura de 2017, el término municipal de Villena contaría con 10.932 hectáreas de cultivo- 5.895 de regadío y 5.037 de secano-, el más extendido el de la vid, seguido del olivo y almendros. Además existe una importante industria hortofrutícola con la producción de cerezo, manzano, peras, zanahorias, coles y nabos, cerezas.

La población, en general, desconoce que la agricultura es un trabajo cada vez más tecnificado y sobre todo planificado. La mayoría de las labores que antiguamente se realizaba a mano- como regar o recolectar- ahora está mecanizado. «De hecho, ya sé que es lo que tengo que cultivar para el primer semestre de 2020», afirma Belda.

No todo es bucólico en el campo. Los agricultores reconocen que uno de sus mayores quebraderos de cabeza es la burocracia, los procesos administrativos, y la fiscalidad. Tanto Torró como Belda coinciden en que la unión hace la fuerza y las cooperativas agrarias son un pilar fundamental para los pequeños agricultores; por un lado para solventar los temas administrativos al tiempo que ponen a disposición de los cooperativistas todos los conocimientos técnicos para mejorar la producción de los cultivos. También reconocen que la inversión inicial para poner en marcha una explotación agrícola es elevada y el retorno es lento.

Uno de los mayores quebraderos que tienen los agricultores es la rentabilidad económica de sus productos. El precio que recibe el agricultor por los cultivos es bajo, además, está la incertidumbre del tiempo- las heladas, el pedrisco - y en los últimos años la falta de agua y el precio de la misma para regar los campos se han convertido en nuevos quebraderos.

Fincas abandonadas

Los agricultores envejecen y no tienen relevo generacional y las tierras son abandonadas. Con el fin de paliar la pérdida de terrenos de cultivo la Cooperativa Bodega Las Virtudes aprobó hace unas semanas la Sección Cultivo, por lo que a través de la misma la entidad se encarga de la gestión integral de los terrenos agrícolas o bien de trabajos puntuales como tratamientos fitosanitarios o poda. De este modo, se ha constituido una plantilla permanente encargadas de realizar estas labores en las fincas. «En el primer año, unas 100 hectáreas se gestionarán de forma integral», afirma el director Alfonso Arenas.

Mientras que Carlos Belda se muestra y esperanzado con el futuro de la agricultura, Santi Torró lo ve más difícil, sobre todo para el pequeño agricultor. Según datos de ASAJA, en la provincia de Alicante,en 2018 se incorporaron 80 nuevos agricultores y se estima que 50 lo harán este año.

La cifra

10.932 hectáreas de cultivo

Según datos estimativos de la conselleria de Agricultura, 5.037 hectáreas estarían dedicadas a cultivos de secano y unas 5.985 hectáreas serían de regadío.

80 Nuevos agricultores

ASAJA señala que el pasado año se incorporaron al sector agrícola 80 nuevos agricultores en la provincia de Alicante y se esperan otros 50 más este año.

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