Salvador R. L. declaró ayer ante el juez de Instrucción número 14 de València y ante el resto de las partes personadas en la causa por el asesinato de Antonio Navarro que Maje tenía prisa por ver muerto a su marido, tanta, que hubo una primera fecha, muy próxima al día en que le pidió, por primera vez de manera directa, que la liberase, físicamente, de su esposo.

Según desveló ayer, el asesinato iba a ser cometido a principios de julio, pero se vieron obligados a cambiar la fecha in extremis porque una de las patas del plan homicida se desbarató en el último momento.

Asegura, el autor material del crimen, que fue ella quien insistió en que debía ser en el garaje y que después acordaron que tenían que darse tres circunstancias imprescindibles para el éxito del plan: que él utilizase la plaza de garaje, ya que, por las condiciones del sitio y la hora a la que se iba al trabajo, era el lugar idóneo (oscuro, sin cámaras, sin testigos); que Maje estuviese trabajando, lo que le procuraba la coartada perfecta para eliminarla como sospechosa (creían ambos); y que la exmujer de Salva (se divorció de él poco después de su ingreso en prisión) también estuviese ese día en el trabajo, ya que así no le haría preguntas sobre su temprana salida del domicilio.

Cuando uno de esos tres factores se fue al garete, tuvieron que improvisar y retrasar el asesinato a una fecha más propicia. Acabó siendo el 16 de agosto, un día después de la festividad de la Virgen de agosto, que Maje y Antonio habían celebrado con una comida en la playa. ¿La clave? Que ella había conseguido que Antonio aparcase esa noche el coche dentro, algo que ocurría en contadas ocasiones. Cinco meses después, ambos fueron detenidos.