Entre lágrimas, compungido, Salvador R. L., Salva, el amante de María Jesús M. C., Maje, que dijo haber matado a su marido a cuchilladas en agosto del año pasado en su garaje de la calle Calamocha de València, «por amor», se derrumbó ayer ante el juez. El Salva altanero de los primeros meses en prisión ha dejado paso a un hombre abatido, emocionalmente roto. Se confesó arrepentido de lo que hizo y contestó a todas las preguntas, tanto del fiscal, como de las acusaciones particulares y de su abogada. También a las del abogado de la que fue su amante durante más de dos años, la misma que, dijo, le pidió «de manera directa» que matara a su marido.

Así lo detalló ayer, durante la comparecencia celebrada en la sala 15 de la Ciudad de la Justicia, a petición suya, tal como adelantó este periódico en exclusiva. Salva llegó a la sala a las diez en punto, custodiado por dos agentes de la Policía Nacional. Minutos después, comenzó el interrogatorio. En los primeros minutos, se rompió. Lloró. Y, una vez recuperada la serenidad, contestó una tras otra a todas las preguntas. Durante una hora larga. Y aseguró hacerlo «por arrepentimiento» de lo que hizo.

Y fue contundente a la hora de incriminar a Maje como coautora del asesinato. Afirmó que ella no solo había ideado y planificado dar muerte a su marido, sino que, de no haber sido por su insistencia, «él nunca habría matado» a Antonio Navarro, que recibió ocho cuchilladas cuando se iba a trabajar, a las 7.40 horas del 16 de agosto de 2017.

En la caseta de Riba-roja

Según el relato del asesino confeso, fue durante una comida que celebraron ellos dos a solas en su casa de campo de Riba-roja, la misma en cuya fosa séptica arrojaría el día del crimen el cuchillo cebollero con el que mató al ingeniero de Novelda, cuando Maje le propuso, ya de una manera abierta y directa, que quería que matase a Antonio. Era el mes de junio, dos antes del crimen.

Le pidió, asegura, «que no le hiriese, que no fallase». Le reiteró, afirma, que lo quería ver muerto. El relato y la intensidad ascendente de esas demandas coinciden con las que presuntamente hizo en su día Maje a otro de sus amantes, T., con quien mantuvo una relación paralela a la de Salva durante dos años. T. declaró a la Policía que el 4 de junio de 2017, tras una bronca monumental con su marido, le pidió que matase a Antonio en una conversación a través de WhatsApp en la que Maje fue escalando en intensidad hasta que el hombre, fuera de sí, llegó a decir que estaba dispuesto a matarlo. Pero se quedó en eso, en un arrebato.

Quería «protegerla de Antonio»

Así, Salva explicó ayer al juez y al fiscal que su única intención era la de «proteger» a Maje, que cada vez le insistía más y más en el supuesto maltrato psicológico -ayer, volvió a dejar claro que ella «nunca» le habló de agresiones físicas ni vio en su cuerpo huellas de las mismas- que sufría por parte de Antonio -que la policía ha descartado por completo durante sus investigaciones- y que acabó por ceder a las pretensiones de su amante «para protegerla», ya que llegó a estar convencido, por sus palabras, de que algún día iría «a por ella».

Salvador R. L., que ha cumplido 48 años hace poco más de un mes, detalló que tras pedirle durante esa comida que diese muerte a su marido, Maje insistió una y otra vez en que debía ocurrir ese mismo verano. No quería, bajo ningún concepto, afirma Salva, que Antonio llegase vivo al primer aniversario de bodas de la pareja, el 3 de septiembre. El ingeniero noveldense llevaba semanas preparando el viaje para celebrar el primer año de casado con Maje. De hecho, ese fue el tema de conversación entre ambos la víspera del asesinato, cuando Maje y Antonio fueron a comer a la playa, a Canet d'En Berenguer, el 15 de agosto de 2017, según declaró ella misma a los investigadores del grupo de Homicidios.

Respecto al supuesto maltrato que ella aseguraba sufrir por parte de Antonio -es una constante con todos sus amantes; todos han declarado ante la Policía que ella mostraba su desvalimiento emocional a partir del relato de que su marido la menospreciaba y controlaba; o, incluso, que le pegaba-, Salva volvió ayer a ser tajante: afirmó que ella jamás le mencionó agresiones físicas.

La exploración psiquiátrica

Y aseguró que Maje había tratado de condicionar su testimonio ante el forense durante la exploración psiquiátrica solicitada por el juez. Asevera que, entre las cartas que ella le envió durante las primeras semanas de ambos en prisión, Maje no solo se mostró especialmente cariñosa con él, sino que, además, le contó que ella le había referido malos tratos físicos al psiquiatra forense, algo que, cree, encerraba una insinuación para que él mintiese en su sesión psiquiátrica y refrendase esas supuestas agresiones. Pero la carta llegó tarde: Salva ya había sido explorado por el psiquiatra.