La imagen restaurada de San Bonifacio Mártir, el patrón de las fiestas de Moros y Cristianos de Petrer, vuelve a presidir el altar de su ermita tras recibir la bendición del cura y el cariño de su pueblo. La talla fue enviada el pasado 6 de junio al taller de Roberto Cabrera, en Almoradí, para ser restaurada y volver a lucir su pintura original. Y ayer por la tarde regresó a Petrer siendo recibida con tanta expectación como devoción por las autoridades civiles, festeras y religiosas, así como por cientos de petrerenses ataviados con los distintivos de sus respectivas comparsas.

Fue un acto sencillo pero sentido que comenzó a las cinco de la tarde, en un abarrotado templo parroquial de San Bartolomé, con la presentación de la remozada imagen y una breve exposición audiovisual, a cargo de Roberto Cabrera, sobre su calidad y singularidad artística. El escultor también repasó la intervención que ha llevado a cabo durante los últimos cuatro meses. Tiempo que ha dedicado a extraer los restos de hasta cuatro repintes y devolverle al patrón el cromatismo con el que llegó a Petrer en 1941 procedente del taller de Antonio Navarro Santafé, el ilustre escultor de Villena que desarrolló su mayor producción artística en Madrid.

Desde entonces nunca antes había sido sometido el Mártir a un proceso de restauración tan pormenorizado. «Y el resultado es extraordinario tal y como todos hemos podido comprobar», indicó ayer el presidente de la Unión de Festejos, Vicente Escolano Mateo, aludiendo también a los comentarios de los más mayores del pueblo que le aseguraban que «tal y como está ahora llegó San Bonifacio a Petrer hace casi 80 años».

Con los gorros en alto de los festeros y la interpretación del Himno Nacional de España salió el santo de la iglesia. Comenzaba entonces la extraordinaria romería hasta la ermita. Eran las cinco y media de la tarde y las calles del casco antiguo también se llenaron de público para presenciar el paso del rejuvenecido patrón.

A las seis y cuarto de la tarde cuando cruzó el umbral de su pequeño templo bajo los rayos del sol. Pero, una vez acabado el festejo, comenzó a nublarse el cielo. Los participantes en la romería ya estaban en sus casas, bares o cuartelillos cuando negros nubarrones procedentes de la Foia de Castalla se abrieron paso entre las montañas de Petrer. De repente se hizo de noche y una intensa tromba de agua con rayos y truenos descargó sobre la ciudad. Pero el santo ya estaba en «casa» y los participantes del festejo bien resguardados, así que la lluvia fue recibida como una bendición.