La histórica ermita de Los Dolores situada en el paraje de Las Cañadas de Elda ha rejuvenecido por dentro y por fuera. Ya no presenta la imagen de abandono y decadencia que venía arrastrando desde hacía décadas.
Las tejas rotas que provocaban goteras y filtraciones han sido sustituidas por otras nuevas, las grietas que presentaba el tejado se han sellado, los viejos muros han sido enlucidos, las negras paredes pintadas y en el entorno se han plantado pinos y rosas.
La metamorfosis ha sido posible gracias a un grupo de senderistas jubilados de la ciudad dispuestos a aportar su «granito de yeso» y su «manita de pintura» para recuperar la única ermita que se conserva en el término rural de Elda. Y con ese loable objetivo se pusieron manos a la obra en mayo hasta que recientemente han finalizado su altruista misión.
Pero no ha sido empresa fácil. La ermita fue construida hace 300 años, está declarada Bien de Relevancia Local y es de propiedad privada. Por tanto, lo único que ha podido hacer este grupo de benefactores ha sido embellecer el pequeño templo sin acometer ninguna obra que afecte a los cimientos, a la fachada ni a la estructura. Pero el cambio es más que visible y ahora solo les queda volver a colocar en el altar las estampas, fotos, figurillas, escritos, crucifijos y exvotos que han guardado a buen recaudo mientras se empleaban a fondo con la espátula y la brocha.
Ahora la gran pregunta es saber qué destino le espera a las pinturas al fresco que hay en su interior.