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Elda

Las miserias del Museo del Calzado

Las numerosas filtraciones de agua provocan goteras, horadan las vigas y afectan a la estructura de un edificio que sólo tiene veinte años

Cubos contra las goteras y ventiladores en un edificio con graves deficiencias también en el sótano y en el exterior. áxel álvarez

El Museo del Calzado de Elda cumple el próximo mes de diciembre 20 años desde que fue inaugurado por la infanta en Elena. A partir de aquel momento, el que se denomina buque insignia del turismo local ha adolecido de falta de mantenimiento por parte de la administración municipal. Uno de los problemas es la escasa capacidad de inversión en los años de crisis; el otro, la titularidad compartida en algunos de los espacios por parte del Ayuntamiento y la Fundación FICIA.

El inmueble que alberga el Museo del Calzado y en cuya última planta también están ubicadas la aulas de la UNED, comienza a sufrir achaques que no corresponden a los pocos años que lleva edificado. Nada ha cambiado desde su apertura y ese inmovilismo ha provocado graves goteras y filtraciones que ponen en jaque la estructura.

La directora del museo, Dolores Esteve, comenta que «tenemos cubetas permanentemente colocadas para evitar que se encharquen las salas y perdamos parte de las piezas». No está preparado para aguantar las aguas torrenciales. La última vez que llovió con intensidad se inundó el hall, en el hueco de los ascensores se achicaron 300 litros de agua en cada uno ellos. A través del pavés de la fachada principal entró la lluvia en cascada.

Esteve teme ahora que otra gota fría en septiembre vuelva a provocar numerosos desperfectos. Pero ya una simple lluvia ocasiona muchos problemas. Las filtraciones y humedades han llegado a hacer mella hasta horadar las vigas y producir agujeros en ellas. Sólo hace falta levantar un poco la vista para ver los boquetes.

Lo mismo sucede con el sótano, hasta allí llega el agua. La dirección no se atreve a asumir nuevos fondos sino van directamente a las salas de exposiciones. Esteve apunta que «nos ofrecen maquinaria de fábricas zapateras que pasarían a formar parte de la colección, pero tenemos que rechazar la donación porque no podemos permitir que se almacenen y con las tormentas torrenciales se estropeen».

Allí abajo, en el sótano-garaje huele a humedad y al abrir la cancela que da a la calle se detecta el estado deterioro que sufre la entrada de vehículos. Son metros de hierros oxidados, que conectan con un lúgubre espacio donde se ven las marcas de la humedad o atisbar detrás de placas de conglomerado las manchas de moho. El motor de extracción de agua, que garantizaba que no se creará una piscina en este espacio, se rompió y sigue sin funcionar.

Al problema del agua se une el de la luz. Esteve apunta que «el exceso de luminosidad puede parece un tema menor pero es quizás el más importante». La gran cantidad de iluminación solar que se cuela por los lucernarios amenaza con acabar deteriorando el estado de algunas de la piezas que están modificando su color original. Es necesario subsanarlo para salvaguardar los fondos.

La directora ha redactado una lista de deficiencias y harta de que no se le haga caso, la remitido con registro de entrada al equipo de gobierno. Así a los dos grandes problemas de luz y el agua se unen a algunos que no son tan urgente abordar pero que si se continua con este «inmovilismo» pasarán a ser graves.

Desde que el museo sufrió el robo del cable de cobre, que les dejo sin aire acondicionado, la climatización no es la más correcta. Se arreglaron los aparatos de las salas de exposiciones pero no los de las áreas comunes. Ahora cuando las alta temperaturas aprietan precisan de ventiladores de extracción para sacar el aire frío desde estos habitáculos al hall. La directora indica que «hemos tenido que idear este sistema pero, al menos, los visitantes están cómodos caminando entre las vitrinas». Se necesitarían cuatro máquinas más para dar un correcto servicio.

Otra de las dolencias que es la necesidad de adaptarse a las nuevas normativas. Los centros de transformación están completamente obsoletos. Asimismo es accesible para personas con movilidad reducida pero no lo es para los ciegos.

Sólo hace falta descender la mirada para observar que el suelo no es el más idóneos. A fuerza de asumir distintas exposiciones se encuentra totalmente rayado y sucio. Esteve indica que «pasa lo mismo con las ventanas que se limpian de año en año, cada vez que se celebra el certamen de la Mejor Calzada».

Además son muchos los vecinos que no se cansan de recordarle a la directora que las ventanas de la calle Pablo Iglesia están rotas. Y sin palabras se queda Esteve cuando se habla de las vitrinas y la forma de exponer los importantes fondos con los que cuenta el Patronato. Esteve indica que «el museo no puede ser atractivo si de una vez por todas no se apuesta por la modernización del discurso narrativo de sus distintos contenidos».

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