La investigación no ha podido determinar, por el momento, el móvil que pudo llevar a la detenida a acabar supuestamente con la vida del hijo de acogida de su compañero sentimental. Daniel y el niño estaban muy unidos. El pequeño, que sentía adoración por su padre, necesitaba una dedicación especial porque sufría epilepsia y un pequeño grado de autismo. Los psicólogos consultados por este diario creen que ese grado de afinidad pudo haber desencadenado un lastre emocional por un deseo extremo de posesión y por los celos enfermizos en Alejandra, que en ese momento estaba embarazada de una niña de cuatro meses y que tenía a su cargo a un pequeño de cinco años de una relación tormentosa que acabó en divorcio.

Cuando Daniel acudió al piso en la noche del crimen y fue informado por los agentes de lo ocurrido perdió el control. Presa de un ataque de nervios e ira comenzó a gritar y llorar, propinando puñetazos en las paredes hasta tener que ser reducido y esposado por los policías para que no resultara herido mientras gritaba: «¡Han matado a mi hijo!». También su exmujer, que ejercía como madre de acogida permanente del niño fallecido, sufrió un fuerte impacto emocional y necesitó asistencia médica.

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La Policía reconstruye la muerte del niño de Elda con la mujer agredida