La pobreza de la recuperación. Mientras los datos económicos atisban una leve mejora en los hogares españoles, las familias y personas que se instalaron en la escasez son cada día más míseros. Así, algunos de los que recurrieron a la mendicidad y se arraigaron en la indigencia, se han quedado en tierra de nadie. La crisis les quitó lo poco que tenían y su necesidad es crónica.

Ante estas situaciones, en Elda se planteó la creación de un albergue que diese cobertura a los «sintecho», pero no se llegó a crear. Mientras, desde Cruz Roja se apostó por un Centro de Emergencia Social (CES) que supliera este servicio, que veían más indicado para la condiciones de quienes tienen una carestía total, así como para los transeúntes.

Un café en las mañanas frías, un acompañamiento al médico, una ducha caliente o la posibilidad de afeitarse le dan a las personas que se acercan al Centro de Emergencia Social una dignidad que habían perdido lavándose de forma pública en los caños de las fuentes de la avenida de Ronda. Peinados y con ropa limpia sienten que las miradas de quienes se cruzan por la calle no son tan inquisitorias. Y ello les aporta una autoestima que, en ocasiones, puede liberarles de la calle y llevarles, de nuevo, a guarecerse en pisos que la propia Cruz Roja les proporciona.

Tanto el paso por el CES como por un piso tutelado conlleva unas normas que la organización impone y que los usuarios deben cumplir. En 2017, se atendieron 75 usuarios. De ellos, 58 fueron hombres y 17 mujeres. El porcentaje de personas que han logrado la reinserción es bajo. Muchos de ellos llevan demasiados años a la deriva y es difícil reinsertarlos, pero para Cruz Roja cada uno de los que han dado el salto a una vida más normalizada es un verdadero logro.

El centro se abrió en las instalaciones de la organización no gubernamental en 2014 como proyecto piloto y, en 2017, se ha consolidado. El objetivo de este servicio es la inserción social de las personas que se atienden en este servicio municipal, la mayoría, transeúntes sin domicilio o con algún tipo de dependencia. La franja de edad mayoritaria de las personas a las que se presta servicio en el CES está comprendida entre los 30 y los 50 años, adictos en gran parte al alcohol, aunque también a drogas y juego.

La atención a estas personas sin hogar es diurna y desde Cruz Roja se indica que «está enfocada desde una perspectiva de reducción de daños y minimización de riesgos derivados del consumo de sustancias y atendiendo a las personas desde un enfoque integral, mejorando sus condiciones de vida y tratando de reducir el nivel de exclusión social».

Al frente del CES está una trabajadora social, una auxiliar de enfermería y varios voluntarios.