La investigación la están llevando a cabo, de forma conjunta y bajo el más estricto hermetismo, agentes del Cuerpo Nacional de Policía de Elda, Alicante y Madrid.

Las averiguaciones y los interrogatorios prosiguen, y el hermano de la víctima acude todas las semanas a la Comisaría de Elda para interesarse por los avances, y también para ofrecer datos, ideas o detalles que puedan ayudar a los agentes asignados al enigmático caso. La reconstrucción del pasado de Fernando y las pesquisas en su entorno más cercano no han ofrecido, de momento, ninguna información válida que permita conocer si existía o no vínculo con los asesinos. Cabe la posibilidad de que lo estuvieran esperando para matarlo, o bien que la muerte fuera simplemente circunstancial. Cientos de veces han rondado esas mismas preguntas por la cabeza de José Emilio en el mismo lugar donde le arrebataron la vida a su hermano mayor. Allí acude casi a diario para llorar, gritar, revisar el terreno y buscar pistas tratando de encontrar una razón a la sinrazón. «Al principio pedía justicia pero ahora pido venganza», afirmaba ayer en Rabosa, dejando aflorar una mezcla de sentimientos que él define como «rabia, vacío, odio, pena e incomprensión».

Su deseo por aclarar lo sucedido le ha llevado, incluso, a adentrarse solo y sin ayuda en los bajos fondos. Cargado de coraje decidió indagar en el mundo de la noche y la delincuencia pero no consiguió nada. Se topó con la «ley del silencio» y la advertencia de la Policía de que no siguiera por ese peligroso camino. Pero él se ha marcado el «objetivo vital» de llegar hasta el final para descubrir la verdad.