Devoción y expectación desde la ermita hasta la iglesia para reencontrarse con la imagen de San Bonifacio, Mártir. El pueblo de Petrer se volvía a emocionar ayer al paso del «santo amigo» que le da su amparo y protección desde hace cuatro siglos.

Arropado por la multitud y ante la atenta mirada de miles de festeros, vecinos y visitantes, el patrón llegaba a la plaça de Baix poco antes de las tres de una calurosa tarde. Sonaba el Himno de España y la talla daba las tres tradicionales vueltas a la plaza mientras los festeros se descubrían y, ondeando sus coloristas gorros al aire, le mostraban su respeto y veneración.

Pero el segundo día de las fiestas de Moros y Cristianos de Petrer Moros y Cristianostambién lo es del fuego y la pólvora. A las diez de la mañana comenzaron a golpear el aire los primeros arcabuces subiendo a la ermita de San Bonifacio. Primero los Vizcaínos y tras ellos Marinos, Tercio de Flandes, Estudiantes, Labradores, Moros Nuevos, Beduinos, Moros Viejos, Berberiscos y Fronterizos. Llegaba el momento de que capitanes y rodelas se lucieran con sus incesantes salvas y sus peculiares danzas. Un espectáculo para los amantes de la fiesta que las trabas administrativas y legales están abocando a una lenta extinción.

Y por la tarde volvieron a rugir los arcabuces durante la Guerrilla. Era el preludio de la Estafeta del Embajador Moro tras la cual se escenificó la Embajada en la que el moro rinde al cristiano. José Emilio Albujer frente a Francisco Javier Yelo ofreciendo puro espectáculo. Y con la Ambaixada en Valencià, ya de madrugada, acabaron los actos y comenzó una larga noche.