Hay ladrones precavidos que hasta cumplen con las normas de «seguridad e higiene laboral» para evitar problemas de salud en el desempeño de su ilícita actividad. Es el caso de dos jóvenes de 20 y 25 años, a los que la Guardia Civil de Novelda ha sorprendido en Agost mientras hurtaban los aros metálicos de los neumáticos que se quemaron en un vertedero ilegal.

A los agentes que los identificaron les resultó curioso comprobar que portaban guantes y mascarillas para evitar intoxicarse. Los autores eran perfectos conocedores de que el material que sustraían tenía componentes nocivos y por eso querían evitar cualquier tipo de contacto o inhalación. De hecho, las partículas resultantes de este tipo de combustión son muy contaminantes y atacan directamente al sistema respiratorio pudiendo provocar asma, alergias, disfunciones del sistema nervioso central y hasta cáncer de pulmón. Es la consecuencia directa de la emanación de importantes cantidades de plomo, monóxido de carbono y el tóxico mercurio.

La primera intervención la llevó a cabo una patrulla de Seguridad Ciudadana del Puesto Principal de Novelda. Posteriormente han sido los agente del Equipo Roca de la Guardia Civil de Ibi -actualmente con sede en Novelda- quienes han culminado las pesquisas y emprendido acciones legales contra los dos jóvenes, que han sido investigados -antes imputados- por el hurto de 3.000 kilos de chatarra procedente de los aros metálicos de los neumáticos calcinados.

Como ya publicó este diario, las llamas se extendieron por una superficie de 400 metros cuadrados de ruedas desechadas en una parcela abandonada de Agost, ubicada junto a la carretera CV-820 que une esta localidad con Novelda.

Los presuntos ladrones esperaron varias semanas a que todo el material se hubiese enfriado por completo para llevarse los desechos metálicos y venderlos en una chatarrería de San Vicente del Raspeig. Al tratarse de acero quemado apenas sacaron 400 euros ya que el precio del kilo oscila entre los 0,13 y los 0,15 euros. Escaso botín para el esfuerzo realizado y el riesgo que corrieron al tener que mover 3.000 kilos de metal contaminado.

En un primer momento los agentes los pillaron «in fraganti» e impidieron que pudieran llevarse los aros cuando se disponían a cargarlos en un vehículo. Pero unos días después regresaron a la zona y culminaron la faena, lo que motivó la denuncia del propietario del recinto siniestrado y la posterior actuación de la Guardia Civil.