Los propietarios de aves domésticas de Elda y Petrer comienzan a tomar precauciones para evitar que sus pájaros corran la misma suerte que los tres periquitos atacados por un ave rapaz en pleno casco urbano. Dos de ellos han muerto y el tercero ha resultado malherido en apenas quince días. El primero de los ataques se produjo en el ático de un bloque de pisos del barrio de San Francisco de Elda. Los dueños de una pareja de periquitos los encontraron muertos dentro de la jaula y observaron a un «pájaro negro» revoloteando por la zona. Al parecer intentó sacarlos de la jaula para comérselos y, aunque no consiguió su propósito, sí acabó con sus vidas.

El segundo ataque del que se tiene constancia -es previsible que se hayan producido muchos más- ocurrió el pasado fin de semana en el balcón de un cuarto piso del barrio Fraternidad de Elda, muy cerca del instituto Azorín de Petrer. En este caso resultó herido uno de los dos periquitos. Se llama Piki, tiene tres años y su ala izquierda está parcialmente arrancada. «Lo estoy curando con metadine y parece que se va recuperando pero el pobre no gana para sustos porque es la segunda vez que le pasa algo así», relataba ayer María Rico Cantó recordando que el año pasado, también por estas fechas, un ave rapaz ya le arrancó la pata derecha a Piki y mató a Roki, el otro periquito con el que compartía jaula. «Ni en aquella ocasión ni en ésta he visto nada, pero ahora ya no me fío de dejarlos solos en el balcón para que les dé el aire y el sol», señala.

Pero la historia del «come pájaros», tal y como lo llaman los afectados, no es nueva. En 2007 este diario ya publicó que un cernícalo se había convertido en una pesadilla para los propietarios de aves domésticas de Elda y Petrer. En tan sólo dos años logró matar a varias decenas de jilgueros, canarios, periquitos y verderones a los que cazaba dentro de sus jaulas tratando de extraer sus cuerpos para poder alimentarse. Como en aquel entonces, los ornitólogos también creen ahora que se trata de un cernícalo -«Falco tinnunculus»- que ha desplazado su campo de acción desde la Sierra del Cid hasta los dos núcleos urbanos más próximos. De hecho, se le ha visto planear por encima de los tejados de los pisos donde se encuentran sus presas y, además, su gran capacidad para adaptarse a cualquier ecosistema le permite reproducirse en las grandes ciudades.

Es el retorno del «comepájaros».