La cara de Juan Carlos Lillo reflejó un rictus de asombro e incredulidad nada más llegar a la parte trasera del cementerio de Cañada y comprobar que todo lo que él vio había desaparecido. "¿Dónde están los huesos y la ropa?, ¿Qué ha pasado aquí?" se preguntó en varias ocasiones sin esperar respuesta. "Es una pena que los familiares afectados ni si quiera se hayan enterado de todo esto. Pensarán que sus difuntos están bien enterrados pero no es así..." lamentó Lillo en tono sincero.