Restos óseos de aparente procedencia humana han aparecido tirados detrás del cementerio municipal de Cañada esparcidos entre desechos de ataúdes y fragmentos de lápidas con los nombres de los difuntos perfectamente legibles, crucifijos y figuras funerarias, trozos de sudarios con los que tiempo atrás se solían sepultar los cadáveres, zapatos y diversas prendas de vestir, las típicas flores de tela que se colocan en los nichos y todo tipo de escombros procedentes, presumiblemente, de obras llevadas a cabo durante los últimos años en el propio cementerio. Y todo ello en una especie de vertedero incontrolado situado a tres metros de la tapia trasera del recinto sagrado y en un abocador a ras de tierra construido con bloques de hormigón.

En la macabra estampa de la que este diario ha sido testigo directo destacaba la presencia de tres largos huesos y un fragmento óseo de reducido tamaño que podrían corresponder a las piernas o los brazos de uno o varios difuntos.

El pequeño municipio de Cañada no tiene enterrador. Son los propios vecinos los que encargan los trabajos funerarios a albañiles de la localidad. Así se viene realizando desde siempre, lo que hace prácticamente inexistente el control del Ayuntamiento sobre cualquier tipo de actividad en el camposanto, cuya propiedad es municipal.

Fosa común

Sin embargo, los sepultureros de municipios cercanos consultados apuntaban ayer que todos los huesos humanos, sea cual sea su antigüedad, deben depositarse obligatoriamente en la fosa común.

Las fotografías que ilustran esta noticia fueron captadas al mediodía del pasado miércoles y dejan constancia de la existencia de unos restos que, tal y como se pudo comprobar, seguían en el mismo lugar en la tarde de ayer.