El Ayuntamiento de Monóvar ha instalado esta semana los siete semáforos sonoros que un discapacitado visual de la localidad ha estado reclamando durante dos años. Víctor González Giménez es vendedor de cupones de la Once, tiene 34 años y padece una deficiencia visual del 86%. Él sólo quería que se cumpliera la Ley 1/1998, de 5 de mayo, de la Generalitat Valenciana sobre accesibilidad y supresión de barreras arquitectónicas, urbanísticas y de la comunicación.

Para ello envió una carta al Ayuntamiento que jamás obtuvo contestación. Ni verbal ni escrita. Tampoco surtió efecto la pregunta que el concejal socialista Ramón Rico realizó en un pleno ordinario de finales de 2008 interesándose por el tema. La única respuesta que recibió por parte del alcalde fue que la instalación de mecanismos acústicos en los semáforos de la avenida del País Valencià era muy cara, se elevaba a unos 18.000 euros, por lo que se estaban buscando ofertas más económicas. Sin embargo, a raíz de la publicación de este caso en INFORMACIÓN, el Síndic de Greuges, José Cholbi, abrió en mayo de 2009 una investigación de oficio y requirió al equipo de gobierno de Monóvar, el tripartito de PP, Bloc y Gimv, para que le informaran de las medidas que iban a adoptar para subsanar tal carencia.

El tiempo pasaba y nada se hacía por lo que Víctor González seguía "jugándose la vida" con el tráfico al tener que cruzar varias veces al día la peligrosa y transitada avenida. Una nueva publicación en estas páginas hizo que el Síndic retomase el expediente y el Consistorio le aseguró entonces que la partida para instalar los mecanismos acústicos, de unos 12.000 euros, ya estaba consignada en el Presupuesto de 2010 para su inminente ejecución. Así ha sido porque desde este martes los siete semáforos ya pueden ser oídos por quienes no podían verlos.

"Estoy muy contento y agradecido con el Síndic, el periódico, el tripartito y la oposición porque al final se ha conseguido. Nos ha costado mucho pero lo hemos conseguido y eso es lo único que importa ahora", indicó ayer Víctor sin hacer ninguna crítica ni lanzar ningún reproche tras dos largos años de espera. Él apenas ve pero el Ayuntamiento ha abierto por fin sus ojos para solucionar el problema. Lo que no sabe Víctor es que justo al día siguiente de la colocación de los dispositivos sonoros una vecina presentó una queja formal en el Consistorio porque le molesta el ruido.