E n la década de los 70, el delegado en Elche de las Obras Sociales de la actual CAM, Jaime Brotóns, trataba de darle rentabilidad social y utilidad cultural al Hort del Xocolater y entre las actividades propuestas figuraba un maratón cinematográfico en plenas fiestas patronales.

El género no le resultaba desconocido. Brotóns era tesorero del cine club Luis-Buñuel, aunque la propuesta de reconvertir el maratón en festival partió de Adolfo Martínez, presidente de otro cine-club que años después se fusionaría con el anterior. La propuesta recibió el apoyo del director de Obras Sociales, Francisco Bernabéu Penalva, y Jaime Brotóns se convirtió en el primer director.

«El objetivo - recuerda - era conseguir que el cortometraje tuviese una plataforma donde los realizadores pudieran ir. Nos marcamos una meta conseguible, meternos a nivel internacional, pero antes había que introducirse a nivel nacional. Eran otros tiempos y otra España y aquella primera promoción del certamen se realizó en las universidades y los cine-clubs que proliferaban por todos los pueblos y ciudades».

«Lo difícil no es crearlo sino mantenerlo», añade ahora Brotons que desea para el festival lo mismo que para un hijo: «que se haga grande y sea espabilado y, después de 30 años, creo que se ha convertido en un buen profesional del Séptimo Arte».

De aquella etapa queda otra herencia más: la horchata que se sigue sirviendo al público tras la gala de clausura y que se ha convertido en una tradición de este festival.

La consolidación Carlos Picazo se hizo cargo de la dirección en la tercera edición y afirma con orgullo haber dotado al festival de una sistemática. «Empezamos a darle forma, a introducir las películas en 35 milímetros, aunque en 16 milímetros estaban Jan Baca y Toni Garriga que ganaban con asiduidad».

Empezaron a llegar los primeros artistas invitados, conferenciantes como el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Romà Gubern, o el director del Festival de Cine de San Sebastián, Diego Galán, y se incorporaron al jurado dos ilicitanos que empezaron a darle proyección nacional al certamen: Vicente Verdú y Vicente Molina Foix.

Picazo considera que durante esta etapa se consiguió la consolidación del festival, que pasó a convertirse en un claro referente para los cortometrajistas. «Venían aquí no por el premio sino por la ilusión de ver a tanto público viendo su película en el Hort del Xocolater.

De aquella etapa destaca dos nombres: Fausto Olcina, autor de los carteles de la época, y Antonio Blas, operador de cámara «que estaba entregado al festival mañana, tarde y noche con los pocos medios que teníamos».

La expansión José Jurado ha sido el director que más tiempo ha permanecido al frente del certamen, desde la edición de 1991 a la de 2005. Durante estos 14 años, el festival tuvo que adaptarse a formatos y soportes, fue incorporando secciones paralelas y prestigiando sus galas de clausura y apertura. «El festival estaba configurado. Yo sólo seguí la inercia de las cosas que estaban bien hechas», afirma.

En las primeras ediciones, el formato predominante era el de 16 milímetros. Con su llegada, se potenció el de 35 milímetros, se eliminó el Súper 8, que había entrado en declive, y se vislumbró la irrupción del vídeo como un soporte económico y de futuro para los jóvenes realizadores como se confirmó años después.

El nuevo formato y la cada vez mayor respuesta del público obligó a introducir cambios en el cine de verano. Se dispuso de un nuevo proyector para pasar las películas de vídeo y se desplazó el cine de verano a otro rincón del Hort del Xocolater con mayor capacidad.

Además, se fue ampliando el número de jornadas con la proyección de las películas a concurso durante el fin de semana anterior a la fecha habitual y se utilizó el Gran Teatro y el Aula de Cultura de la CAM para las secciones paralelas.

Jurado fue también

En su opinión, la importancia del Festival de Elche radica en haberse mantenido fiel al corto y no haberse pasado al largometraje como hicieron otros certámenes que empezaron su camino hace 30 años o incluso antes.

El futuro María Dolores Piñero afronta este año la dirección de su segundo festival y tiene la responsabilidad de marcar el rumbo futuro del certamen. «Tengo algunas cosas muy claras. La base del festival no la vamos a cambiar. Nuestra intención es favorecer a los que empiezan en el corto, que tengan un lugar donde reunirse y cambiar impresiones, donde proyectar, porque el cortometrajista ve limitada la exhibición de los cortos a los festivales y, afortunadamente, el nuestro tiene mucho público».

Con todo, augura algún que otro cambio. «Tendremos que adaptarnos a lo que salga porque cada vez hay más formatos. Eso va a ser irremediable. Ahora se puede hacer cine de muchas maneras. Hasta con un móvil se pueden hacer películas. No vamos a salir del corto, pero hay que asumir los cambios».

De momento, los espectadores ya han podido disfrutar días atrás, como aperitivo, de un ciclo de cine europeo de largometrajes que el año próximo podría ser asiático o dedicarse a un tema. «Vamos a intentar que el mes de julio sea el mes del cine en Elche. Ideas tenemos muchas e, incluso, no tenemos porque limitarnos a un mes. Actividades relacionadas con el cine se pueden programar durante todo el año», añade. La cita con los cortos comenzará el próximo viernes.