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Antonio Tarí: «Nunca habíamos estado tan agotados, hemos llorado pero ha merecido la pena ayudar a la gente»

Responsable del servicio de emergencias Dya Elche y coordinador del albergue de El Toscar

Antonio Tarí minutos después de la entrevista en el desmontaje del albergue provisional de El Toscar. MATÍAS SEGARRA

Cuatro meses atendiendo a personas en riesgo de exclusión social

El estrés lo hemos gestionado porque somos técnicos en el área sanitaria pero ha sido complicado. El primer día le dije a mi equipo que quien tuviese familia y quisiera irse tenía derecho a hacerlo, pero se quedaron. Hemos intentado que quiénes trabajasen fueran de mínimo riesgo, que vivieran solos, pero siempre ha existido el riesgo. Entre trabajadores y voluntarios éramos unas treinta personas, hemos hecho piña para estar 100 días juntos. En el día a día intentábamos apoyarnos con la máxima precaución, y a nivel interno no ha habido ningún positivo. Hemos aprendido todos.

¿La situación derivada de la pandemia

Por el tema sanitario, en la ambulancia te encuentras con cosas complicadas, pero puedo decir que ahora estamos agotados, nunca habíamos estado así porque han sido muchos días, casi las 24 horas. Apenas íbamos a casa con la familia, sabías que el virus estaba ahí y preferías quedarte a dormir en el albergue. Toquemos madera que la gente se comporte y no vuelva a pasar porque una segunda oleada nos mataría a todos.

Ayer desmontaron unas instalaciones que han servido de refugio para más de 200 personas. ¿Qué sensaciones tuvieron en el último día?

Se ha vivido con lágrimas porque han sido 100 días e incluso muchos usuarios que se han ido a Alicante y a otros lugares vinieron para vernos, despedirse y decirnos que están bien. La gente agradece haber tenido cuatro comidas, techo, lavandería, tabaco... cuando uno se ve perdido en la calle, que no sabe ni donde comer.... han agradecido la ayuda.

La Concejalía de Bienestar Social aseguraba esta semana que se han realojado a 50 usuarios durante la desescalada

Hay gente de la calle que quiere estar en la calle, no quieren alternativas, quieren seguir ahí. También es complicado para quiénes suelen tener adicciones a las drogas. Con algunos hemos conseguido que controlasen tres meses la adicción o que vayan a terapia, pero la mayoría vuelven a la calle. También hemos visto el ejemplo de personas que viven en el aeropuerto y han estado en el albergue todo el tiempo. Cuando llegó la crisis iban a cerrar el aeropuerto y ellos querían volver. Se les dio la opción de regresar a sus países y hablar con las embajadas. De cinco, uno de ellos fue repatriado a su país, a Suecia. Para muchos es su vida, y hay gente que lleva meses y años allí aunque se les dio la opción. El resto están reubicados en viviendas o con Cáritas, mientras que a algunas personas se les ha pagado billetes a su zona de residencia.

¿Hay algún caso particular que le haya marcado?

Recuerdo un domingo por la mañana que la policía trajo a una chica de Venezuela con 19 años que un año antes vino a trabajar para mandar dinero a su madre y a su abuela. Estaba trabajando en un bar, no podía pagar la habitación y una señora se la encontró en la pasarela con su maleta y llorando, e hizo parar a los agentes y después de traerla al albergue le gestionamos un billete para Barcelona, donde vivía parte de su familia.

¿Han tenido momentos de tensión por problemas en la convivencia?

Hemos llegado a tener hasta 89 usuarios, cada uno de un país, de una situación y una madre. Han habido momentos tensos. Recuerdo un usuario con problemas mentales que una noche se enrolló en una sábana y saltaba por encima de otras personas diciendo que era un fantasma, teníamos que llamar a la ambulancia y policía. Ahora lo comentamos y nos reímos pero esos momentos han sido complicados. También pilló por medio el tema del ramadán. En el albergue había entre 9 y 10 personas árabes. Íbamos a la mezquita a por comida pero había conflictos entre ellos por la forma que cada uno tenía de seguir el ramadán. Luego la gente de la calle no está habituada a ducharse y no concebían que la ropa interior podía reutilizarse tras lavarse. Lidiamos con todo y hemos gastado mucho dinero en ropa interior y calcetines, además prendas que nos donaba la gente. Al margen de estos casos, también ha sido bonito porque cuando llevan contigo dos días los conoces con nombres y apellidos, hemos intentado dignificar y que esos tres meses estuviesen lo mejor posible.

¿Cree que al agrupar a tantos usuarios se han acentuado más sus problemas individuales?

Los problemas son los mismos pero los hemos tenido más controlados y hemos ido trabajando con ellos intentando dar soluciones como realojarlos, dar charlas para buscar trabajo, aprender a leer, escribir...que quiénes la necesitasen controlaran la medicación. También les hemos hecho un SIP nuevo a los que se les había perdido y gracias a la Policía Nacional se les ha hecho un DNI a los que no lo tenían, y debido a la falta de documentación muchos no podían recurrir a ayudas como la renta valenciana.

El reparto a domicilio y el comedor también ha sido un indicativo de la emergencia social en la ciudad, sobre todo para familias con menores...

El comedor ha funcionado muy bien, de 140 y 160 familias diarias pasamos a unas veinte. En el albergue no hemos tenido niños pero en el reparto de comida sí, gente que no podía salir iban al domicilio a dejarles la comida y salían con un arcoiris en un folio diciendo gracias por darme la comida, y eso te hacia llorar.

¿Temen un rebrote de coronavirus

Sólo nos queda guardarlo todo bien...no nos mentalizamos de que el virus está ahí y puede volver a surgir, por eso insistimos en la precaución con mascarillas y no saltarse las normas de higiene.

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