Recuerdo una ocasión en la que un amigo me invitó a comer. Durante la tertulia posterior al ágape, uno de los comensales, médico, ya jubilado, y gran conversador a pesar de su avanzada edad, comentó que cuando estudiaba medicina en Madrid había sido alumno de don Gregorio Marañón. Ese comentario me produjo una muy sana envidia, sólo igualada por la que me provoca otra gran amiga mía, que fue discípula, nada más y nada menos, que de don Fernando Lázaro Carreter, a quien, todos los que estudiamos COU con su libro de Lengua Española, recordamos con cariño y admiración.

Estas dos anécdotas me recuerdan los tiempos en que, mientras Alejandro Magno se dedicaba a la titánica tarea de conquistar Asia, el que fue su maestro, Aristóteles, estableció, en las afueras de Atenas, su propia escuela, conocida como Liceo. En él reunió una gran biblioteca y un selecto grupo de estudiantes, conocidos como "los peripatéticos", nombre que tomaron del griego ?????????????, es decir, los que pasean, pues era de esa forma, paseando por el claustro del liceo, como Aristóteles impartía sus lecciones.

El Liceo, al contrario de lo que había ocurrido con la Academia, no era un club privado, sino que muchas de las clases que se impartían estaban abiertas al público y eran totalmente gratuitas. Los contenidos de estas sesiones eran muy variados, situándose en muchos casos en lo que hoy definiríamos como la frontera entre la filosofía y la ciencia. De hecho, en aquellos tiempos no existían las materias, asignaturas o disciplinas, tal y como las conocemos ahora; sin embargo, Aristóteles y sus peripatéticos intentaron establecer una primera taxonomía sistematizada, dividiendo las ciencias en tres categorías principales: las ciencias productivas (como la arquitectura, la ingeniería, y también la estrategia y la retórica), las ciencias prácticas (principalmente la ética y la política), y las ciencias teóricas (con las matemáticas, la física y la teología bajo este epígrafe).

Otro de los avances filosóficos introducidos por Aristóteles en aquella etapa es la de la lógica proposicional, como podemos inferir de dos de sus tratados: De interpretatione y Analytica priora, obra esta última en la que estableció la teoría del "silogismo". Un silogismo es un método utilizado para establecer una inferencia, como en el siguiente y clásico ejemplo: "Todos los griegos son humanos. Los humanos son mortales. Luego los griegos son mortales."

En la época actual, en la que la inmediatez, las redes sociales, y los mensajes cortos y efímeros están a la orden del día, la lógica se ve muchas veces subvertida, cuando no transgredida. En cualquier caso, también hay que reconocer que hay personas ingeniosas que son capaces de sintetizar, mediante la ironía, esos atentados a la lógica más elemental.

Tal es el caso de una viñeta que ha estado circulando esta semana por Whatsapp, Twitter y Facebook, en la que una camarera, en la terraza de un bar, pregunta a un cliente: "Quiere reservar toda la terraza. ¿Para qué tipo de celebración sería?"; a lo que el señor, un profesor como entenderán, responde: "Para dar clase a mis alumnos, que aquí sí se les deja reunirse."

La situación descrita, lejos de ser peripatética, lo que raya es en lo patético. Porque patético es el hecho de que todos los días políticos y representantes de todos los sectores económicos aparezcan en los medios de comunicación, expresando sus temores sobre las consecuencias que la crisis social y económica, derivada de la sanitaria y de la subsiguiente paralización de la actividad, va a tener, pero que nadie, o casi nadie, esté preguntándose los efectos negativos que la paralización de la actividad docente ha tenido para los discentes, ni de qué modo se va a afrontar el próximo curso para, aún en el peor de los escenarios, encararlo con unas mínimas garantías de éxito.

Estamos volviendo a lo que de una forma ridícula el Gobierno llama "nueva normalidad". Pero en materia educativa estamos como siempre: un Ministerio al que se ha vaciado de competencias y que no ha querido asumir la responsabilidad que la gravedad de la situación hubiera requerido. Unas comunidades autónomas que hacen la guerra por su cuenta y que, en honor a la verdad, dada la dificultad de la situación, han hecho lo que han podido. Unos ayuntamientos, incluido el de Elche, que van a remolque de la situación, porque no tienen potestad para hacer otra cosa y porque, en lo que podrían reclamar, sólo lo hacen si su partido no está en el poder en la consejería o conselleria correspondiente. Unos docentes, a la postre, a los que, en la mayoría de los casos, hay que agradecer el esfuerzo realizado, aunque muchos de ellos empiecen a pensar que ha sido inane.

No podemos consentir que el próximo curso nos vuelva suceder lo mismo. Es imprescindible establecer unas líneas de actuación que permitan comenzar las clases con la mayor normalidad posible. Nada, desde luego, en la línea de la decisión de las universidades de tirar a la basura el primer cuatrimestre del año lectivo entrante; en determinadas carreras las clases presenciales son imprescindibles, como lo son en infantil y primaria, y también en el resto de etapas del sistema educativo.