Estábamos en el instituto y Carmelo ya sabía lo que quería estudiar. Estábamos en la universidad y en el piso de estudiantes ya tenía claro en lo que quería trabajar: ser profesor universitario. Así fue. Se licenció en Derecho con Premio Extraordinario en 1976 por la Universitat de València. En 1980 fue Doctor por la Universidad de Murcia, con una tesis dirigida por su maestro y amigo Juan Martín Queralt; una tesis doctoral que alcanzó el Premio Extraordinario. Y a sus 32 años obtuvo la Cátedra de Derecho Financiero y Tributario. Desde 2012 tenía reconocidos por la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora el máximo posible de sexenios de investigación. Muchos de los que estamos en la universidad sabemos lo que eso significa: excelencia. Y algunos, entre ellos Carmelo, la han buscado por vocación y compromiso.

Su atracción por el oficio universitario, el hecho de que quisiera trabajar en la universidad pública, tenía un motivo: quería contribuir a mejorar las cosas, ayudar a cambiar la sociedad. Desde el inicio mismo de su actividad académica unió sus esfuerzos al de un puñado de jóvenes profesores que quería renovar los estudios de Derecho y modernizar la propia Facultad. Ahí estuvo. Fue en varias ocasiones Director de su Departamento, Vicedecano con Carmen Alborch y Decano de su Facultad de Derecho. Aplicó su capacidad de trabajo, su rigor, su honestidad. Formó parte de un grupo emblemático que, en cierta forma, tuvo suerte: había mucho por hacer.

Excelencia en la investigación, dedicación a una misión, la gestión pública universitaria, poco agradecida y nada fácil, por cierto. Además, siempre estuvo disponible, con generosidad, para actuar como experto y asesor externo cuando las Administraciones Públicas lo demandaban. Desde la Ley del Banco de Crédito Local para la Reforma de las Haciendas Locales hasta en épocas más recientes cuando el President Ximo Puig y el Conseller Vicent Soler lo requirieron para formar parte de la comisión de expertos para el estudio de la Reforma Tributaria de la Generalitat Valenciana.

A finales de marzo ya desde el Hospital Clínic, en un intercambio de WhatsApp, Carmelo me recordaba otros aspectos de su "curriculum", así lo llamaba, de los que se sentía particularmente orgulloso. Fue Caballero Electo del Misteri d'Elx. Los ilicitanos, y también quienes hayan tenido la fortuna de presenciar el Misteri, conocemos el honor que ello supone. Me decía que este virus no podría con quienes hemos jugado al "guà" por tierra, delante de la "Escuela Unitaria de Niños nº 9" en Elx. También me habló de nuestras carreras de chapas en la playa de los chalets de Santa Pola. Porque allí era donde Carmelo veía el mar. El mar, como decía Camus, que nos calma, nos libera, nos mantiene erguidos.

Pero desgraciadamente y después de 55 días de lucha denodada contra el Covid-19, con Justa y sus hijos Carlos y Alba siempre pendientes de él, Carmelo nos ha dejado.

La vida es lo que nos pasa y lo que hacemos. Y somos reales a partir de los proyectos que realizamos. Cuando el servicio público suele ser un gran incomprendido, en estos momentos difíciles parece que empieza a reconocerse el papel de este colectivo que incluye, no lo olvidemos, desde sanitarios hasta profesores, pasando por todos los funcionarios que prestan servicio a la sociedad. Carmelo ha sido un representante sobresaliente de estos servidores públicos y de los que nos sentimos honrados por compartir esa misión.

Ojalá cada una de estas palabras se entienda como un sentimiento y no solo como un recuerdo. Nunca te olvidaremos, querido Carmelo.