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La Festa en Tiempos de Contagio

El Patronat del Misteri d'Elx se ha enfrentado estos días, sin duda, a la decisión más difícil y dolorosa de toda su existencia como organismo. La de posponer la Festa que todos los ilicitanos dedicamos anualmente a nuestra Patrona, la Virgen de la Asunción, por causa de la terrible pandemia del Coronavirus que padecemos. Han obligado a ello las recomendaciones sanitarias ya que aunque se pudieran mantener las distancias de seguridad entre los espectadores, limitando la asistencia a la basílica de Santa María, éstas resultan imposibles entre los cantores que intervienen en el cadafal y también entre los tramoyistas del cielo y los del interior del escenario. Eso sin contar con los objetos que, como la palma, han de pasar de manos de un cantor a otro.

Aunque nadie en nuestra generación había imaginado siquiera tener que tomar una decisión de tal calibre, no es, sin embargo, la primera vez que la Festa se suspende o se aplaza de sus fechas tradicionales por razones de salud pública. La historia del siglo XIX se halla salpicada de tales hechos.

Pocos días antes de iniciarse las fiestas de agosto de 1811, se detectó en Elche un caso de fiebre amarilla en un soldado que había entrado en la villa procedente de Cartagena. Y aunque el médico ilicitano Diego Navarro intentó por todos sus medios que las autoridades suprimieran la Festa por considerarla un foco de contagio incontrolable, no pudo conseguirlo, viéndose amenazado por parte del pueblo si persistía en sus intentos. No en vano la declaración oficial de contagio significaba el cierre total de la ciudad y un extraordinario quebranto económico, que perjudicaba sobre todo a los más necesitados, como estamos viendo en nuestros días. Quienes en aquellos días vinieron a ver el Misteri de ciudades cercanas, ya no fueron admitidos en ellas, y desde el 16 de agosto hasta finales del mes de diciembre sufrimos los ilicitanos, en palabras del historiador Pere Ibarra, la epidemia "más terrible que registran nuestros anales". Aproximadamente, un 40% de los vecinos, de una población de unos 20.000 habitantes, perecieron en este contagio. Con ellos, sucumbieron todos los médicos locales, con lo que hubo necesidad de acudir a sanitarios foráneos, así como una gran cantidad de los sacerdotes y religiosos encargados de suministrar los últimos sacramentos. De hecho, el Cementerio Viejo nació, precisamente, con motivo de esta epidemia de fiebre amarilla ante la exigencia de buscar un lugar alejado de la ciudad para los innumerables enterramientos.

Con este horroroso precedente, Elche se enfrentó a posteriores epidemias, como las recurrentes de cólera morbo, que atacaron la ciudad en diversas ocasiones a partir de los años treinta del siglo XIX, con una especial atención a las recomendaciones sanitarias. En ocasiones, con el fin de evitar aglomeraciones en el interior de Santa María, se suprimieron todas las fiestas, como en los contagios de 1834 o de 1884. En otros años, aunque la alerta estuvo a punto de eliminar los festejos, finalmente se llevaron a cabo puesto que se consideró que no existían casos declarados en Elche. Así sucedió en 1865, cuando el cólera atacó a diversos pueblos vecinos, o ante un brote de fiebre amarilla, que sufrió Alicante en agosto de 1870.

Pero en otras ocasiones la decisión fue la de posponer la celebración asuncionista, junto con los restantes festejos cívicos, a los meses posteriores, cuando el contagio se diese por superado y se hubiese entonado, como era habitual, un Te Deum en Santa María que daba oficialmente por acabada la epidemia, seguido de una ceremonia fúnebre en memoria de los fallecidos por la enfermedad.

La primera ocasión en que tenemos noticias de que se cambiaran las fechas tradicionales de la Festa fue en la epidemia del cólera padecida en el verano de 1855, celebrándose el Misteri los días 10 y 11 del mes de noviembre inmediato. En 1859, se trasladó a los días 19 y 20 de noviembre; en 1885, se representó el 24 y 25 de octubre; y en 1890, los días 29 y 30 de noviembre.

Naturalmente, en estas ocasiones, aunque se intentaba que la festividad tuviera una solemnidad similar a la tradicional de agosto, las crónicas siempre indican la baja presencia de forasteros y el ambiente "distinto" que se experimentaba. Así, por ejemplo, la Nit de l'Albà, que precedía a los dos días de la Festa, era recordada porque los ilicitanos subían a sus terrazas con capas y prendas de abrigo, impensables un 13 de agosto, así como por la imposibilidad de acabar el acto con la tradicional sandía. El noticiero del cronista José M. Ruiz de Lope y Pérez, indica al referirse a la noche del 9 de noviembre de 1855, que "se verificó la alborada, como de costumbre, y en las azoteas se dejaba sentir el frío, sin poder disfrutar de la tierna sandía como en agosto, en que se recibe el apacible viento".

Por su parte, la "Vespra" y la "Festa" se representaban como en agosto, en dos tardes diferentes, siempre sábado y domingo, aunque, como señala el semanario satírico El Bou respecto a las celebraciones de octubre de 1885, "per ordre superior queden prohibits els abanicos y les conyetes". En la procesión de la Virgen que recorría las calles de la ciudad, eran frecuentes las personas que cumplían promesas hechas en los momentos angustiosos de la enfermedad.

De manera similar, en el presente año se traslada la Festa d'Elx a los tiempos en que lo permitan las condiciones sanitarias. Pero dado que en la actualidad, como hemos comprobado ampliamente, los medios técnicos audiovisuales y de comunicación social permiten acercar cualquier realidad a nuestros hogares, es posible idear algún tipo de ceremonia que permita, guardando las distancias y prevenciones necesarias, festejar a nuestra Patrona en los días 14 y 15 de agosto, en los días en que celebramos su Dormición y su Asunción gloriosa a los cielos. Con ello, los ilicitanos volveríamos a pedir de nuevo, como cada día, como cada siglo, la intercesión protectora de la "Mare de Déu": "Verge, Reina imperial /sobre els àngels exaltada; / puix de nos sou advocada / delliurau-nos de tot mal".

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