La propuesta del programa matinal de Onda Cero de cantar al unísono una pegadiza canción para mitigar el impacto de la cuarentena o la canción de Lucía Gil, "Volveremos a brindar", o la recuperación de "Resisteré" del Dúo Dinámico, entre otras propuestas similares, son iniciativas respaldadas por la literatura científica más reciente (Lancet 2020; 395: 912-20).

Los estudios sobre el efecto de una cuarentena similar a esta entre la población son limitados y, los ejemplos recientes, se circunscriben a las acaecidas en 2003 en China y Canadá, en 2012 en Arabia Saudí y a la causada por el Ébola, en 2014, en varios países africanos. La primera lección, en todos los casos, es que existe "un después" que se debe anticipar.

Los períodos de aislamiento de más de 10 días (y esta cuarentena lo es) afectan, transcurrido un tiempo tras la vuelta a la normalidad, al estado de ánimo de la población de diferentes formas y en magnitud creciente conforme mayor haya sido ese período.

La desconfianza, irritabilidad, desorientación, miedos (especialmente hacia los desconocidos), o los trastornos afectivos o de angustia se incrementan. Este aumento es inversamente proporcional a la comprensión por la población de que la cuarentena es necesaria, al liderazgo informativo durante ese período, transmitiendo con transparencia los avances y retrocesos cuando los haya, a ver satisfechas las necesidades básicas (como alimentos, salud, comunicación o seguridad) y a la sensación de equidad en el esfuerzo colectivo. Por el contrario, su extensión entre la población es directamente proporcional a la pérdida experimentada en la escala social (por ejemplo, por haber perdido el empleo) y a sufrir estigmatización (como puede ser el caso de personas que hayan sido rechazadas por haber sufrido COVID-19).

Los ejemplos de altruismo, solidaridad y las anécdotas y noticias positivas son elementos necesarios para paliar el efecto de la cuarentena y contribuyen a interpretar mejor el sentido y razón de ser del aislamiento. Tener una referencia realista del horizonte temporal que permita organizar el día a día ayuda a no perder la esperanza. Sabemos que las iniciativas de diferentes organizaciones (voluntariado) e instituciones para mitigar la soledad y las propuestas para organizar el tiempo en casa permiten afrontar, no solo la situación de crisis, sino prevenir las secuelas de la cuarentena. La cita diaria de las ocho de la tarde, en los balcones de nuestras casas, tiene un efecto preventivo de esas secuelas y es, particularmente, beneficiosa. Ahora, más que en cualquier otro momento, estas muestras de unión son necesarias.

El efecto sobre la población que cuida del resto (sanitarios, personal de alimentación, transportes, energía, telecomunicaciones, protección civil, fuerzas armadas, policía, etc.) debe considerarse de forma diferenciada ya que, a tenor de los estudios realizados, es un personal en riesgo de experimentar reacciones adaptativas y afectivas en los seis meses posteriores a recuperar la normalidad. La sociedad, todos nosotros, estamos en deuda con ellos. Tras su esfuerzo físico y mental, trabajando en condiciones totalmente diferentes a lo habitual, cuando no extremas, requerirán para su recuperación de una atención diferenciada que hay que empezar a pensar cómo llevarla a cabo.

Las noticias algo más positivas de estos últimos días no compensan el tremendo impacto de esta pandemia, en especial por la pérdida que han sufrido innumerables familias. En los próximos meses, cabe esperar que todavía perviva el temor a enfermar, que cambien algunos de nuestros hábitos sociales y que todo esto afecte a cómo reiniciamos la normalidad.

Los estudios sobre el efecto de los períodos de aislamiento prolongado nos enseñan que las cosas no van a volver a ser como las dejamos hace un tiempo. Anticiparse a esta nueva situación es una tarea que debemos empezar a dibujar, tanto por parte de las instituciones, como en el conjunto de la estructura social y productiva. También, a nivel individual.

José Joaquín Mira es catedrático de Psicología Social de la Universidad Miguel Hernández de Elche.