A pesar de que llevamos no sé cuántos días oyendo lo de la desaceleración, la ratio, el pico, la curva, etc., la realidad es que el número de personas infectadas y el de fallecidas no para de crecer. Aunque es cierto que es muy esperanzador el ritmo de enfermos que se recuperan, se extiende la sospecha de que el número real de afectados sea mucho mayor (los test para confirmarlo han sido muy escasos) e incluso de fallecidos y, con ello, aumenta la duda de si el sistema podrá responder adecuadamente y no colapse antes, como apunta últimamente.

Una pandemia como ésta ha hecho saltar las costuras de nuestro sistema de salud. Siempre hemos oído que era ejemplar y casi modélico. La realidad es que llevaba camino de serlo hasta que determinadas políticas se encargaron de estropearlo. Han sido muchos años de recortes en plantillas, instalaciones y medios y, lo peor, ante una indiferencia demasiado generalizada. La lucha de los profesionales y colectivos preocupados por una Sanidad Pública de calidad y de ámbito universal, que no excluyera a ningún necesitado de ella, no siempre tuvo el suficiente apoyo. Recordemos las "Mareas Blancas", las movilizaciones que se han hecho para evitar la degradación del sistema público en estos años (y algunas hace escasos meses).

A pesar de que muchas de ellas fueron bastante numerosas, lo cierto es que faltó un mayor empuje para obligar a las Administraciones competentes, especialmente del PP, pero también del PSOE, PNV o CiU, a que no aplicaran las políticas restrictivas que nos han dejado la Sanidad tal y como está en estos momentos. El tener que salir, ahora, a los balcones a dar el merecido aplauso a los profesionales sanitarios, debe servirnos para recordar, cuando esto pase, que la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales, todos los pilares públicos del Estado del Bienestar, hay que defenderlos todos los días: en los balcones y, especialmente, en la calle y frente a quién intente estropearlos, sea del partido que sea.

Y que no nos vengan con que la privatización de los servicios públicos hace que éstos sean más rentables. Introducir elementos de rentabilidad económica, de negocio, en la Sanidad o en otras áreas sociales puede ser muy peligroso. Cualquiera tiene derecho a montar su negocio privado en estas áreas, y es respetable, siempre y cuando arriesgue su capital, no sea a costa de lo público y no se aproveche de recursos o decisiones arbitrarias de responsables políticos a los que, curiosamente, luego suelen integrar en sus plantillas de dirección al cesar en sus cargos.

Y un poco más de coordinación entre CC AA, y con el Gobierno central no vendría mal. Es deplorable el espectáculo al que asistimos con el tema del material de protección necesario y no existente. Es verdad que una pandemia como ésta supera cualquier previsión en esta materia, pero de ahí a que haya cogido a todos los responsables del Estado y de las CC AA casi con lo puesto, debe haber alguna explicación. Y menos mal que, con esto del confinamiento, no se puede salir de casa. De lo contrario hubiéramos visto a algún o alguna responsable autonómica, como la de Madrid, competir para viajar, incluso, a China para traerse su pedido particular, de última hora y en las condiciones que sea, antes que el del Estado o el de la comunidad de al lado. Y si sale bien, mérito propio; si sale mal, culpa del Gobierno central. Así se gana siempre.

Que al Gobierno le ha cogido el coronavirus con el pie cambiado es evidente. Y que ha tenido fallos en su gestión, y los que tendrá, también. Como a todos en el planeta. Y ya está bien de iluminados que nos dicen cómo deberían haberse hecho las cosas, ahora que han ocurrido. Adivinar el pasado no tiene mucho mérito. No es momento de hacer "politiqueo partidista" a pesar de que se muera uno de ganas. Ya habrá oportunidad y tiempo de sobra. Aunque todos tendrán que mirarse en el espejo de sus responsabilidades. El coronavirus ha dejado pocos "mirlos blancos" sin tocar. Es momento de sumar esfuerzos y voluntades en pro del objetivo común de vencer a la pandemia. También es cierto que el Gobierno debe buscar la participación, y máximo consenso posible, en las decisiones que se van tomando.

Y hay muchas que tomar. Esta crisis, como la del 2008, no pueden pagarla los de siempre. Los que menos tienen y más se van a ver afectados. Las consecuencias en el empleo pueden ser demoledoras. Es saludable que el actual Gobierno intente evitarles el máximo daño posible. Confiemos y apoyemos que esto pueda ser posible. Así la recuperación será más rápida y justa y podremos olvidar esta pesadilla.