Ya se ha tenido que aprobar la primera ampliación del estado de alarma en toda España. Y nadie puede decir que será la última. La expansión de la pandemia del coronavirus alcanza niveles insospechados en todo el mundo. Incluso en países como el nuestro, en el que el 14 de marzo se aprobó la medida, está teniendo un crecimiento desorbitado. La situación es mucho más grave de la que los peores presagios podían suponer.

El tiempo que se ha perdido y las consecuencias negativas que sufre la población, por no reaccionar a tiempo, ya saltan a la vista. Y todavía hay gobernantes que, cuando Italia y España, igual que China, sufren gravemente la pandemia, no quieren darse por enterados y tomar medidas. El miedo a tomar decisiones difíciles, que pudieran costar votos, al final cuesta vidas.

España ha demostrado que, ante la urgencia de la situación, un confinamiento insólito, que nunca en su historia se había producido, es aceptado de forma generalizada. No es algo que apetezca, pero es algo necesario e, incluso, es posible que haya que extremarlo más para garantizar el objetivo final de evitar al máximo la extensión de la pandemia y vencerla.

Los datos, en nuestro país, son preocupantes: Hasta el miércoles 25 había 42.000 personas contagiadas en España. Y casi 3.000 fallecidos. Aunque el dato positivo es que más de 3.800 enfermos habían sido dados de alta.

Aunque el pico del virus aún no se conoce cuándo llegará. Y la OMS anuncia que, a nivel mundial, la expansión del coronavirus se está acelerando. Hemos de seguir alerta y aplicar las medidas que el Gobierno, de acuerdo con los responsables sanitarios, nos aconsejen tomar.

Esta pandemia también ha servido para comprobar el daño que las políticas de recortes y de privatización en la Sanidad, como en otros sectores públicos, han hecho al sistema. Es vergonzoso lo que estamos viendo: Insuficiencia de centros hospitalarios, de personal sanitario y de medios. Sólo la voluntad increíble de ayudar de los trabajadores del sistema ha evitado que esto vaya a peor. Pero lo están haciendo sin equipos suficientes. La ausencia de medios para enfermos y sanitarios es patética.

Lo que se ha visto estos días en muchos hospitales es denigrante. Y en el caso de las residencias de ancianos aún peor. La Fiscalía debe investigar lo que allí ha pasado, pero también la sociedad debe ser consciente de que, en el futuro, hay que invertir más en lo público, en las personas y en los más necesitados.

La situación tan grave que ha generado esta pandemia ha dejado poco espacio para otras noticias que, en otras circunstancias, sí la hubieran tenido. Lo publicado sobre el presunto cobro, por el Rey Juan Carlos I, de una comisión del AVE en Arabia Saudita, por valor de 100 millones de euros, su depósito en un paraíso fiscal, su ocultación a la Hacienda española y su reparto con su "amiga" Corinna, puede suponer la constatación de otro virus poco ejemplar (y también coronado) pero de índole económica y con efectos negativos a la imagen de nuestro país y sus instituciones.

Es necesario aclarar este hecho. Un pretendido "respeto institucional" no puede taparlo. Por eso ha resultado tan decepcionante, para muchos, el último discurso de Felipe VI: Tardío, hueco y sin ninguna referencia a ello. Ni porqué emitió una nota, hace unos días, para comunicarnos ahora, y no entonces, lo que dice que hizo hace un año sobre este tema.

Cuando pase lo del coronavirus también habrá que preocuparse por este "virus coronado". Mientras tanto no estaría de más el ir colocando a cada uno en su sitio. En ese sentido el Ayuntamiento de Elx tiene una oportunidad magnífica: En su salón de plenos hay un pequeño retrato de Felipe VI y un enorme cuadro de Juan Carlos I. Si antes era difícil de explicar la situación, ahora es poco ejemplar y defendible mantener al Rey anterior. El Pleno merece otras representaciones. Por cierto, una de las mejores calles de la ciudad lleva su nombre.

Y, ante la grave situación económica que se vive en el municipio, como en otros, el Ayuntamiento de Elx debería instar al Gobierno a que agilizara medidas para favorecer a los colectivos más afectados por la actual crisis y, entre ellas, la implantación de una renta mínima para ayudar a las personas con bajos ingresos y que no pueden acogerse a otros tipos de ayudas. Es un tema que está en debate y que afecta a muchísima gente. La situación puede volverse crítica para muchos. También en Elx.