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El sueño roto de Abdelali y Meryem

Una pareja de refugiados que llegó a España en 2018 y lleva trabajando en Elche desde hace más de un año pierde su protección legal

Abdelali muestra papeles del trabajo que tenía en una fábrica en una imagen en el domicilio que tiene alquilado en Elche en la que aparece su mujer, Meryem, y su hija. SERGIO FERRÁNDEZ

Los últimos años en la vida de Abdelali y Meryem no han sido nada fáciles y, cuando empezaban a estabilizar su situación, han sufrido otro duro contratiempo. Los jóvenes de origen marroquí se jugaron la vida en 2018 saliendo de la costa de Libia con el objetivo de llegar a Europa. Rescatados por el barco Aquarius, encontraron asilo como refugiados en España gracias a la intervención del Gobierno. Su primer destino en territorio español fue Gandía y, desde hace más de un año, viven en Elche junto a su hija de tres años. Como cualquier pareja de veinteañeros que intenta labrarse un porvenir, comenzaron a trabajar, él en una fábrica del Elche Parque Empresarial, ella en un céntrico restaurante de la ciudad. El duro revés que han sufrido ahora ha llegado por la decisión gubernamental de denegarles la condición de asilo, como sucede con el 94% de los rescatados por el Aquarius, lo que les convierte en inmigrantes ilegales, sin derechos para trabajar.

Cuando llegaron a Elche, Abdelali y Meryem contaron con la ayuda de Cruz Roja y otras ONG locales para empezar a asentarse en su nuevo destino. Él pudo encontrar un trabajo en una de las fábricas de Torrellano gracias a sus conocimiento para manejar la carretilla. Por su parte, Meryem empezó a trabajar en una pizzería, en la que venía desempeñando funciones de ayudante de cocina y limpieza hasta que su nueva condición legal le ha impedido trabajar, al igual que ha sucedido con su marido.

Perfectamente integrados en su nuevo entorno, el dinero que ganaban en sus respectivos trabajos les permitía pagar el alquiler del piso en el que aún viven y llevar a su hija a la guardería. Ahora todo se ha frenado en seco. «No entendemos nada, nos sentimos como si nos hubieran sacado una tarjeta roja sin venir a cuento», relata el matrimonio mientras pasa unos días de angustia y desesperación, con su porvenir y el de su pequeña de nuevo en el aire. De momento, su situación está puesta en manos de abogados pero nadie es capaz de garantizarles un desenlace positivo. «Estamos a gusto en Elche, trabajamos y no hemos dado problemas», añaden.

Ayuda local

Los jóvenes cuentan con pocas ayudas, apenas las que reciben de ONG locales como la de Ayuda a los Refugiados Sirios. «Parece que hubo un boom de solidaridad en España con el Aquarius y ahora apenas queda ya nada de eso. Es como si alguien adoptara a un niño y, al cansarse de él, lo quisiera devolver», lamenta una de las voluntarias del colectivo solidario ilicitano, Joaquina Agulló. «Para nosotros todas las personas son iguales pero, cuando hay menores por medio, como en este caso, la situación es mucho peor. Esto es un fracaso colectivo como sociedad», añade.

Los abogados que están llevando su caso tienen la sensación de que la pareja, que había encontrado trabajos en Elche, ha sufrido un retroceso en sus derechos y su situación legal es la misma que si hubieran llegado ahora en una patera. «Ellos llevan un estilo de vida occidental y no están pidiendo que se les regale absolutamente nada, solo esperan que su situación se pueda regularizar», concluye Agulló.

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