El Corazón de Jesús se ha quedado pequeño este mediodía para despedir al magistrado José de Madaria, fallecido este pasado fin de semana. Las muestras de condolencia a la viuda se han repetido en el tanatorio de l'Aljub desde que se conoció el triste óbito. Dos coches fúnebres han sido necesarios para traer las coronas de flores acompañando al féretro. Durante la homilía, el párroco destacó sus valores humanos, su responsabilidad profesional y el amor que sentía por su familia. "Hemos venido a despedir a una persona muy importante, que deja un hueco muy grande y por el que vamos a rezar", ha dicho el párroco junto a la imagen del Cristo del Perdón, al que tan unido estaba.

Toda la familia judicial, magistrados, secretarios, funcionarios, fiscales y forenses, se han unido en esta despedida junto a abogados y procuradores, así como responsables de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado que han acudido al sepelio.

Hay coronas de familiares, pero también del Ayuntamiento de Elche, de los colegios de abogados y procuradores, de sus compañeros del Tribunal Superior de Justicia, de la Cofradía del Cristo del Perdón, del bufete Padilla, de sus funcionarios de la sección VII, que presidió durante dos décadas, de la Fiscalía de Elche, de juzgados de la ciudad y del Elche Club de Fútbol.

José de Madaria y Ruvira, presidente de la sección VII de la Audiencia Provincial de Alicante, con sede en Elche, falleció en la madrugada del domingo y sus restos mortales estuvieron en el tanatorio de l'Aljub donde durante todo el día fueron constantes las muestras de cariño y condolencias a la familia por parte de secretarios, abogados funcionarios, forenses y fiscales que conocían al magistrado.

El presidente de la sección VII de la Audiencia Provincial de Alicante ha fallecido a los 70 años después de meses de enfermedad que le habían impedido regresar a su trabajo. José de Madaria sólo pensaba en la Justicia, por ello renunció a su jubilación el pasado verano, pese a que durante los últimos años tuvo varios ingresos hospitalarios que hicieron que muchos compañeros y amigos le aconsejaran que había llegado el momento de colgar la toga. Pero José de Madaria tenía que morir «con las botas puestas» porque toda su vida no había hecho otra cosa que dictar sentencias y aplicar mucho sentido común en la mayoría de ellas.

Quizá esto le hiciera granjearse tantos amigos como enemigos. Licenciado en Derecho, pero también en Geografía e Historia, hombre de profundo conocimiento de la ley y de la justicia, deja un legado, como tantos magistrados de la vieja escuela, que se seguirá conociendo por compañeros y abogados en las colecciones jurisprudenciales.