José de Madaria y Ruvira, presidente de la sección VII de la Audiencia Provincial de Alicante, con sede en Elche, ha fallecido en la madrugada del domingo y desde ayer sus restos mortales estuvieron en el tanatorio de l'Aljub donde durante todo el día fueron constantes las muestras de cariño y condolencias a la familia por parte de secretarios, abogados funcionarios, forenses y fiscales que conocían al magistrado. El sepelio será hoy, 2 de marzo, a las 12 horas en el Sagrado Corazón de Jesús.

El presidente de la sección VII de la Audiencia Provincial de Alicante ha fallecido después de meses de enfermedad que le habían impedido regresar a su trabajo. José de Madaria sólo pensaba en la Justicia, por ello renunció a su jubilación el pasado verano, pese a que durante los últimos años tuvo varios ingresos hospitalarios que hicieron que muchos compañeros y amigos le aconsejaran que había llegado el momento de colgar la toga. Pero José de Madaria tenía que morir «con las botas puestas» porque toda su vida no había hecho otra cosa que dictar sentencias y aplicar mucho de sentido común en la mayoría de ellas.

Quizá esto le hiciera granjearse tantos amigos como enemigos. Licenciado en Derecho, pero también en Geografía e Historia, hombre de profundo conocimiento de la ley y de la justicia, deja un legado, como tantos magistrados de la vieja escuela que se seguirá conociendo por compañeros y abogados en las colecciones jurisprudenciales.

Madaria ligó su vida a dos partidos judiciales, el de Alicante y el de Elche. Fue premio Justiniano de la Asociación de Policía Siglo XXI, fue pregonero de la Semana Santa de Elche, en 2008. Ligó buena parte de su vida a la Cofradía de El Perdón, con la que colaboró de forma incansable para que todos los años el Ministerio de Justicia procediera al indulto de un preso.

En un juzgado de Primera Instancia e Instrucción ilicitano conoció a la que es su mujer, Marilén, con la que tuvo dos hijos, Elena y Pepe. Después, por cuestión del ascenso, marchó a Alicante donde formó parte de la sección II de la Audiencia con otros magistrados de reconocido prestigio, como José Ramón Soriano, para regresar a Elche cuando hace ya dos décadas el Gobierno decidió acercar la justicia a los ciudadanos abriendo sección desplazadas de la Audiencia en poblaciones que, por su importancia y volumen de trabajo judicial, lo necesitaban.

Una de las siete elegidas fue Elche. Madaria sabía dónde venía porque por aquel entonces cientos de recursos y de sentencias había conocido desde su plaza en Alicante, pero aceptó el reto de coger una sala con muchos menos medios de los necesarios. A día de hoy, y han pasado dos décadas, la sección VII de Elche tiene el dudoso honor de ser la que más número de magistrados tiene, sin que ni el Poder Judicial ni el Ministerio de Justicia ni tampoco la sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia haya resuelto este grave problema. A pesar de ello, los números de salida de asuntos superaron con creces durante estos veinte años los módulos máximos de trabajo del CGPJ.

Profesor asociado de la Universidad Miguel Hernández de Elche durante años, hombre que tenía siempre su puerta abierta para escuchar a acusados y acusadores, su muerte deja un recuerdo imborrable en todos los que le conocieron, incluso entre muchos de aquellos a los que condenó. Hace dos años, el Colegio de Abogados de Elche, coincidiendo con la celebración de su patrón le declaró colegiado de honor y tenía la Cruz de San Raimundo de Peñafor «en reconocimiento a su dilatada trayectoria como magistrado, y del que se destacó su lado más humano, que ha aplicado a la Justicia». Quizá este sea su mejor epitafio.