En un artículo reciente les hablaba de la situación en la que ha quedado Elche en relación con las infraestructuras ferroviarias, incidiendo en el hecho de la sinrazón cometida al llevar la estación de Elche a Crevillent. Parece ser que ahora, aunque no quiero decir que haya una causalidad, sino una casualidad, tras la publicación de ese artículo se ha despertado un enconado debate entre los dos principales partidos de la ciudad, y lo que queda de los demás, sobre este asunto, haciéndose eco de algunas cosas que muchos llevamos años predicando en el desierto. Bienvenidos sean y que sea en hora buena.

En cualquier caso, el medio más rápido, cómodo y económico para viajar desde Elche sigue siendo el avión. Sé que la señora Colau, alcaldesa de Barcelona y dirigente de una de las mareas, círculos, confluencias, paralelepípedos o lo que sea de Podemos, ha sugerido que se restrinja el uso del avión, en especial para distancias que se puedan recorrer en tren en un tiempo razonable, como fórmula para luchar contra el «cambio climático». Lo siento por doña Inmaculada pero, de momento, para alguien que, como yo, vive en el Camp d'Elx, cumplir con su precepto supondría esperar un autobús que pasa cuatro veces al día y tomar un cercanías de gasoil (con lo que no veo el beneficio medioambiental por ninguna parte) para llegar a Alicante y coger ahí el tren. Eso supone que para ir a Madrid tardaría unas cinco horas, dos horas y treinta minutos desde mi casa a Alicante y el mismo tiempo para el resto del trayecto.

Rebus sic stantibus, el pasado fin de semana me di el capricho de pasarlo en Santiago de Compostela, gracias a las tarifas de una compañía de bajo coste que opera desde nuestro aeropuerto y que permite volar a la capital gallega en menos de hora y media por un precio muy razonable. Galicia no es una comunidad rica; su PIB per cápita se sitúa en los 23.294 €, por debajo de la media española. Aún así, está ligeramente por delante de los datos de la Comunidad Valenciana, que para el mismo parámetro macroeconómico arroja un guarismo de 22.659 euros.

No obstante, Santiago de Compostela se encuentra en el puesto cuadragésimo noveno en cuanto a riqueza de sus habitantes de toda España (el tercero en Galicia, tras Oleiros y A Coruña). No puedo cometer la falacia de establecer una comparativa ente Elche y Santiago en términos macroeconómicos, pues sus características de población y de tejido productivo son muy diversas. Sí lo hice en su día con una ciudad como Granada, de población similar a la nuestra, y ya salimos perdiendo en la comparación. Es obvio que la capital gallega tiene una serie de ventajas competitivas sobre nosotros, siendo la primera de ellas, precisamente, ostentar esa capitalidad, con la concentración de organismos públicos y edificios oficiales que ello conlleva. Pero además, también es evidente que el Camino Jacobeo siempre le ha reportado, y lo sigue haciendo, pingües beneficios a través del turismo. Su universidad es quizás, la tercera pata que completa la prosperidad de la ciudad; una universidad con solera, pero también moderna e incardinada de una forma muy significativa en la vida y el entramado urbano compostelano.

Ahora bien, lo que sí llama poderosamente la atención es que en ciudades como Santiago, y otras a las que también he viajado en varias ocasiones, suelen tener una serie de negocios en sus centros urbanos, peatonales por supuesto, que llevan ahí decenios y que siguen teniendo su clientela. Este hecho contrasta con el continuo goteo de noticias que aparecen sobre los negocios que desaparecen del centro de Elche; el último una conocida papelería y librería que llevaba ciento treinta años en su emplazamiento actual. Desde el Ayuntamiento se afirma que estos cierres son consecuencia de los cambios en los hábitos de consumo de la población. Eso es verdad, en parte, pero no es menos cierto que se podría hacer algo más por esta zona en particular y por la ciudad en general.

Sea como fuere, y como aún no hemos hablado de literatura, creo que procede traer a colación a una poeta, natural de Santiago de Compostela precisamente, cuya obra escrita en castellano y en gallego supuso un hito dentro del movimiento del Romanticismo español y propugnó el resurgimiento de la literatura gallega: Rosalía de Castro. Los que tengan unos años quizás recuerden la efigie de la inmortal compostelana en el anverso del billete de quinientas pesetas y sus versos en el reverso: Non Follas novas, ramallo (No Hojas nuevas, ramillete)/De toxos e silvas sôs, (de aliagas y zarzas sois,)/Hirtas, com´as miñas penas, (yertas como mis penas,)/feras, com´ámiña dor". (fieras como mi dolor.)