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Lo que la memoria esconde bajo tierra

El hallazgo del refugio junto al Mercado arroja luz al legado de la historia de Elche y a los doce pasadizos que se construyeron ante el temor a un bombardeo

Técnicos municipales y bomberos en el hueco donde encontraron el martes la entrada al refugio de la Guerra Civil. Matías Segarra

n Más de 60 años oculto bajo tierra, dibujado en los planos y en el recuerdo de unos pocos ilicitanos que confiesan haber jugado de niños en su interior, el refugio situado junto al Mercado Central ha devuelto a la actualidad el legado que dejó la Guerra Civil en Elche. Al menos doce galerías empezaron a construirse para la defensa pasiva en 1937 ante la amenaza de que el municipio fuera bombardeado. Pudieron sufragarse con impuestos en el café o en el cine, como relató el historiador ilicitano Miguel Ors en sus crónicas.

El hallazgo de la misteriosa entrada del túnel del Mercado, perseguida durante años por los políticos, ha traido consigo el compromiso del Ayuntamiento de proteger como Bien de Relevancia Local (BRL), tal y como recoge la ley de Patrimonio Valenciano desde 2017, y abrir al público estos pasadizos. Su otra consecuencia ha sido acelerar la decisión del equipo de gobierno a romper el contrato adjudicado en 2015 para realizar un nuevo edificio de abastos y un aparcamiento subterráneo que se llevaría por delante parte de la galería.

Si bien, antes de que pueda ponerse en valor este descubrimiento, podría llegar la apertura del refugio del Paseo de Germanías, después de que el alcalde, Carlos González, haya decidido sufragar con los fondos europeos Edusi la musealización de esta infraestructura con una inversión de más de 900.000 euros. Un presupuesto que será necesario para hacer visitable en este mandato unas instalaciones ocultas, que deben ser ventiladas, contar con medidas de seguridad, barandillas y una contextualización histórica y audiovisual para acercar a los visitantes la historia y el valor del escondite.

Para construir este pasadizo situado en el subsuelo del colegio Miguel de Unamuno, se realizaban turnos se seis horas, tal y como recoge un documento del Partido Socialista del año 1938 al que ha tenido acceso este diario, durante los populares «Domingos Rojos» en los que se llamaba a la población a levantar las galerías. Lo mismo ocurrió con otras galerías que conducían al río Vinalopó, como la recientemente descubierta, que todavía se conserva en mejor estado que la del Paseo de Germanías, según aseguraron los técnicos municipales que accedieron el pasado martes.

Pocos documentos hay sobre el túnel subterráneo descubierto esta semana, de manera «fortuita» durante el arreglo de una tubería. El archivo municipal aguardaba distintos planos que fijaban su acceso en la plaza de las Flores, y un georradar detectó oquedades en el entorno de la plaza de la Fruita el pasado verano, pero nunca localizó su entrada.

Lo cierto es que hasta ahora los escondites antiaéreos que hay distribuidos por la ciudad han pasado inadvertidos para la mayoría de ilicitanos y han estado olvidados, excepto para plataformas en defensa de Patrimonio que desde 2017, cuando se reformó la ley valenciana para proteger los bienes de la Guerra Civil, llevan alzando su voz para conservarlos.

En el olvido

Ese olvido en el que cayeron los refugios y su evolución a lo largo de las últimas décadas lo reproduce un estudio realizado por José María Gavaldá Parreño en el año 2003. Se trata de una de las últimas investigaciones elaboradas sobre las galerías de defensa pasiva. Su autor hace referencia al antes y después que marcó el hundimiento de la plaza del Raval en el año 1955 para el resto de subterráneos de Elche. Aquel derrumbe del refugio que acabó con la vida de cuatro jóvenes generó una gran alarma y obligó al Ayuntamiento a iniciar una campaña de consolidación del resto de búnkeres. De ahí el hormigón con el que se encontraron los bomberos y técnicos municipales este martes en el refugio del Mercado, un refuerzo que ha permitido a este enclave superar sin desplomes desde la construcción del reciente edificio de abastos en los años sesenta, hasta la edificación del parking de la plaza de las Flores de hace más de dos décadas que se quedó por arriba de una galería creada a doce metros bajo tierra.

Gavaldá Parreño recoge en su trabajo que como el valor de las obras de consolidación de los refugios fue muy alto (se encofraron muros, bóvedas y se hormigonaron), el Ayuntamiento tuvo que pedir ayuda al Estado, desde donde aprobaron una subvención de 4 millones de pesetas, aunque advierte que el dinero tardó años en llegar, que finalmente no recogieron toda esa ayuda (solo 300.000 pesetas), y que tan solo se pudo reformar aquellos en los que peor estaban.

El inconveniente de estas construcciones, antes de consolidarlas con hormigón, fue el uso de materiales como troncos de palmera para servir de refuerzo, tal y como señaló Miguel Ors, quien en su libro, «Elche, una ciudad en guerra (1936-1939)», relata cómo se gestó la construcción de esas infraestructuras bélicas en el municipio. Otros testimonios apuntan al uso de traviesas de ferrocarril. Después de aquella intervención para asegurar los túneles, Gavaldá Parreño apunta en su trabajo a que hubo una posterior inspección más minuciosa, coincidiendo con la visita de la Reina Sofía al Misteri d'Elx, en el año 1985, por el temor a que alguien se ocultase en su interior y pudiera causar algún incidente.

Otros han ido desapareciendo en todo este tiempo por las cimentaciones de edificios posteriores. De hecho, el del Mercado descubierto esta semana, tiene gran parte hundido por la construcción de un inmueble, a la altura de la calle Major de la Vila, donde se encontraron una zona tapiada con inscripción del año 1953 que impedía seguir el paso hasta el Vinalopó, donde los planos concretan el final del itinerario. Lo que sí que permanecen inalterables al paso del tiempo han sido los ensanches a ambos lados del pasadizo, al estilo del resto de refugios que se construyeron en Elche para sobrevivir a la guerra, algunos de ellos cuya entrada sigue siendo un misterio, otros desaparecidos y otros como el del Mercado y el del Paseo de Germanías que esperan volver a cobrar vida.

Doce galerías construidas ante la amenaza de un bombardeo en Elche

Plaza del Raval: La escalera de acceso está situada en la plaza del Raval, ya no es accesible, después del hundimiento de 1955 que se saldó con cuatro víctimas mortales.

Huerto don Julio: Entrada sin determinar, perdida bajo el asfalto y las aceras y según planos, situado próximo a la calle Antonio Sansano Fenoll, Velarde y don José Ram.

Ayuntamiento y la Corredora: Entrada en la plaza de la Fruita y llega hasta Aureliano Ibarra, según el estudio de José María Gavaldá, es accesible y está en buen estado.

Plaza de las Flores: Entrada situada junto al Mercado Central, descubierta esta semana, en dirección a Corredora y Major del la Vila, donde se produjo un hundimiento. El túnel llegaba hasta el río Vinalopó.

Calle de la Fira: Situado en la esquina izquierda del edificio que hay frente a la basílica de Santa María. Uno de los ramales va hacia el río y otro hasta la plaza de la Merced, donde está cegado con hormigón.

Plaza de la Merced: Acceso frente a la parada de los taxis, con un túnel que llega hasta la calle Trinquet. Estado de conservación bueno, pero sin hormigonar en gran parte.

Colegio Ferrández Cruz: Acceso entre las calles Doctor Jiménez Díez y Sant Vicent. El refugio está al 50% de su construcción y en buen estado de conservación.

Paseo de Germanías: Accesible solo por una de las tres entradas que tuvo originalmente. Tiene varios respiraderos, bóvedas forradas en ladrillo y está en buen estado.

Candalix: Discurre desde el colegio, por la calle Candalix hasta la fábrica de Harinas, con varias zonas derruidas y en mal estado.

Huerto de Ripoll: Destruido tras la construcción de edificios.

Facasa: Destruido por los edificios, era uno de los mejores conservados, con chapados de azulejos.

Colegio San Agatángelo: Ahora es el centro de formación Mercé Rodoreda, próximo al puente de la Generalitat. En mal estado de conservación y superficial, según el estudio de José María Gavaldá. Solo es accesible por un pequeño tramo, porque una parte desapareció con el colegio.

«Fue algo extraordinario, encontramos un túnel intacto y en perfecto estado»

El jefe de bomberos relata cómo fue el dispositivo y las medidas de seguridad empleadas para entrar al subterráneo

Acceder a un refugio sin destapar al menos sesenta años no es algo a lo que los bomberos estén acostumbrados a afrontar en su día a día. No sabían lo que se iban a encontrar e intervinieron con todas las medidas de seguridad y con equipos de rescate y de escalada. Desde medidores de gases, explosímetros, cuerdas. Al final no hizo falta utilizar casi ninguna de esas herramientas. «Fue algo extraordinario y todas las precauciones eran necesarias», señala Alberto Martín, jefe del parque de bomberos de Elche.

Siete efectivos participaron en el dispositivo que el pasado martes permitió sacar a la luz el misterioso escondite subterráneo de la Guerra Civil junto al Mercado Central.

«Nos llamaron desde Alcaldía para intervenir después de que unas obras relacionadas con una tubería dieran con el agujero que podría ser el refugio que llevaban años buscando», relató Martín. De este modo, a las once de la mañana, dio comienzo el dispositivo y un primer equipo de bomberos fue el encargado de adentrarse por aquella oquedad, mientras otro de rescate aguardaba fuera para intervenir en caso de emergencia. «Riesgo no podíamos correr», señaló el jefe de bomberos.

Los dos primeros efectivos que entraron comprobaron las condiciones de seguridad estructural y ambiental, confirmaron que el oxígeno se encontraba en los parámetros normales, en un 21%, y que no había ninguna fuga de gases, que era uno de los principales temores de los bomberos. «Estaba en perfectas condiciones, el hormigón se había hecho a conciencia y no había riesgo de hundimiento», apuntó Alberto Martín. De este modo, tras acceder por el agujero de tierra y deslizarse unos cuatro metros hasta llegar a la escalera -un tramo estaba derruido- los efectivos relatan cómo hallaron, para su sorpresa, un túnel donde la temperatura era similar a la de una cueva y donde había humedad pero ninguna zona estaba encharcada y todo se conservaba intacto.

Fue después de un primer reconocimiento cuando entraron dos técnicos municipales, quienes volvieron a recorrer la galería en dirección a la Corredora y después hasta la calle Major de la Vila donde se encontraron una zona tapiada con la inscripción de 1953, probablemente el año en el que se produjo la última conservación. Una aventura inesperada a doce metros bajo tierra que en la superficie generó una gran expectación.

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