Temporada nueva - emociones nuevas. Alto nivel de las interpretaciones, interesantes y ambiciosos programas, el ambiente específico del Gran Teatro, gran afluencia de público - todos estos factores garantizan experiencias musicales que los oyentes disfrutarán con total seguridad. Pudimos comprobar todos estos hechos en el concierto de apertura de la temporada de abono 2019/2020 de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Elche bajo la dirección de su Director Titular, Mihnea Ignat, en el cual pudimos deleitarnos con dos obras maestras que no requieren presentación alguna.

La velada dió comienzo con el Concierto para violín y orquesta Op. 77 en Re Mayor de J. Brahms. La joven violinista Eva Rabchevska se unió a la OSCE para dar vida a una de las obras clásicas más populares. Independientemente de las considerables dificultades técnicas que plantea esta monumental obra la actuación de Eva Rabchevska impresionó por su hermosura y por la aparente falta de esfuerzo. La solista mostró un sonido con mucho cuerpo pero con un toque justo de dulzura y sentimentalismo. La primera Cadenza fue interpretada magistralmente. De igual manera impresionó la interacción entre la solista y orquesta durante todo el primer movimiento al ofrecer preciosos toques dramáticos. Esta química especial continuó también en el Adagio, donde los sonidos cristalinos de Rabchevska fueron igualados por los preciosos pasajes del primer oboe - Luis Miguel Lorenzo Navarro. La carga de sensibilidad del segundo movimiento ha sido verdaderamente impactante. En cuanto al Rondó, la música con sus ritmos provocativos, llevó la obra a una emocionante conclusión ejecutada con estilo. No siempre se tiene la posibilidad de escuchar las semicorcheas de la página final con tanta facilidad, precisión y claridad. El público visiblemente emocionado fue obsequiado con una magistral interpretación de una preciosa propina.

El compositor alemán K. Stockhausen había dicho una vez: "La música de J. S. Bach reina en el cielo, pero los ángeles cuando están solos se divierten con W. A. Mozart". Y yo me atrevo preguntar: ¿Dónde queda entonces la música de L. van Beethoven? Parece ser que el ámbito de la música del maestro de Bonn es el terrenal.

Precisamente, después del descanso la OSCE bajo la batuta de M.Ignat regresó al escenario para interpretar la Sinfonía No. 3 "Eroica" de L. van Beethoven. Gracias a una plantilla de la orquesta relativamente pequeña, sobresalieron muchos detalles maravillosos de la obra, que a veces se pierden o tal vez se ahogan en las actuaciones de las orquestas con plantillas muy numerosas. El primer movimiento fue dramático y bien articulado con coloridos injertos sonoros de las maderas y de los metales. La Marcia Funebre, aunque solemne, en la lectura de la OSCE estuvo lejos de sentimentalismo en la creación de una liquidez de sonoridad tranquila. El Allegro Vivace - Scherzo animó el ambiente y nuevamente hubo un buen resultado sonoro de los metales, especialmente en la puntuación de las tres trompas. En el Finale la orquesta mostró un excelente sentido de la escala épica de este movimiento con un sonido de rica textura y energía continua.

Los músicos de la OSCE y el maestro M. Ignat parecían deleitarse plenamente. Los gestos del director en los cambios de colores sonoros, tempos o volumen resultaron muy bien traducidos por los músicos, reflejando una relación y conexión magnética. En pocas palabras, la "Eroica" proporcionó momentos de verdadera revelación.