La Fiscalía de Elche pide un año de prisión para los padres de una niña de cuatro años que tuvo que ser atendida de urgencia el pasado mes de febrero después de ingerir cocaína en su domicilio y quedar inconsciente. Así se desprende del escrito de acusación del Ministerio Público al que ha tenido acceso este diario. En concreto, el fiscal imputa a ambos progenitores un delito de abandono de familia y otro de lesiones imprudentes, con imprudencia grave.

Los hechos se produjeron el 4 de febrero. La familia se encontraba viviendo con los abuelos paternos en un chalé del Camp d'Elx cuando, a primera hora de la mañana, descubrieron a la niña inconsciente. El informe médico habla de una «intoxicación severa» tras ingerir cocaína, según el relato del fiscal. La menor tuvo que ser reanimada varias veces y presentaba un «estatus epiléptico y epilepsia sintomática». Tras su ingreso en el Hospital Universitario del Vinalopó, y una vez estabilizada, fue trasladada a la UCI Pediátrica del Hospital Virgen de la Arrixaca, en Murcia.

El análisis de orina confirmó que había consumido estupefacientes y la droga permaneció en su organismo hasta al menos 24 horas después. Las crisis derivadas de la cocaína se prolongaron durante diez días, según el escrito de acusación. Tras su salida del hospital necesitó 70 días para su completa recuperación.

Además, la menor sufre secuelas derivadas de ese consumo, «consistentes en epilepsia con trastorno de conciencia generalizado y parciales complejos». El Ministerio Público concluye su calificación resaltando que «se considera que existió un riesgo vital evidente, dado que se produjeron episodios epilépticos de repetición incluso bajo un tratamiento hospitalario efectivo, además existió compromiso respiratorio importante que requirió una actuación médica de urgencia».

Sin cuidado

La Fiscalía imputa a los padres estos dos delitos porque considera que no mostraron «cuidado alguno con los restos de las drogas y útiles relacionados con ellas» que evitaran que fueran alcanzados por la menor.

Por esas fechas, los acosados compartían habitación con su hija en casa de los abuelos y consumían las drogas en ese mismo cuarto para evitar que el resto de familiares que vivían en el domicilio se percataran de que eran consumidores habituales. La custodia de la niña pasó a los abuelos tras detener a los padres.