Doña Letizia no se podía marchar de Elchesin romper el protocolo, algo que tanto gusta a los ciudadanos: que los reyes bajen a la tierra. Y lo hizo cuando ya nadie pensaba que pasaría. Fue al finalizar el acto que se despidió minutos después de las 13.15 horas. Enfilaban los vehículos de la Casa Real la salida del IES Severo Ochoa, donde más de un centenar de personas, principalmente vecinos del barrio, se encontraban a una distancia prudencial, tras las vallas de seguridad, cuando el vehículo en el que iba la esposa de Felipe VI aminoró la marcha y bajó por sorpresa para fundirse, casi literalmente, en un abrazo con todas las personas que, bajo un sol de justicia, esperaban un gesto de calor de una mujer que viaja habitualmente en un coche con los cristales blindados.

Los miembros de seguridad intentaban rodearla mientras los ciudadanos sorprendidos y, como es cada vez más habitual en esta sociedad, estaban más pensando en esa imagen que iban a tener en sus móviles de la Reina de España, para enseñar a todo el mundo, que en disfrutar de esos instantes. Letizia pasó por delante de todos ellos y siguió cuando ya no quedaba valla que la protegiera para saludar a prácticamente todos. Amplia sonrisa y gesto de complicidad. Una persona llana y cercana. Sus manos tocaron las de decenas de ilicitanos que, a buen seguro, se llevaron un recuerdo imborrable de una visita que nadie olvidará.