Sobre agosto poco cabe decir porque ya se ha comprobado que ha sido el más lluvioso en Elche desde hace mucho tiempo. En septiembre, tras el cambio de ciclo lunar, no habrá lluvias, al igual que en octubre. Noviembre será nuboso, tónica que se repetirá durante los próximos doce meses. Diciembre será el mes más lluvioso del próximo ciclo, en enero volverán las nubes y el frío pero no habrá rastro de agua, como ocurrirá también en febrero. Marzo dejará unos días de nubes y viento. En abril seguirán los cielos encapotados pero tampoco lloverá, situación similar a la que se vivirá en mayo. Por último, junio y julio traerán más agua al Camp d'Elx, gracias a las típicas tormentas de verano.

No hace falta saber nada más para conocer cuál será la evolución del tiempo en Elche los próximos doce meses. Lo expuesto en el párrafo anterior es el resultado de las cabañuelas, tradición ancestral del campo con la que el agricultor ilicitano Pascual Román viene cumpliendo fielmente desde hace 70 años, cuando su abuelo le enseñó está metodología con la misma pasión con la que él se la trasmite ahora a su nieto, Héctor Maciá. El adolescente quiere conservar el legado de su abuelo para que esta costumbre no desaparezca.

Para realizar las cabañuelas, al menos como marca la tradición ilicitana, hay que observar al cielo los primeros 24 días de agosto, en un ciclo con dos vueltas. Los primeros doce días corresponde a los meses de agosto a julio, por lo que las anotaciones del día 1 marcan el tiempo de agosto, las del día 2 el de septiembre y así sucesivamente hasta llegar al día 12, que hace referencia a julio, en este caso de 2020. El segundo ciclo sigue un orden inverso, por lo que el día 12 y el 13 corresponden con julio, el 14 con junio y el último, el 24, cierra el proceso con agosto de nuevo.

Según las anotaciones que tiene Román en sus libretas, los próximos doce meses serán de muchas nubes y pocas lluvias. Los cultivos de diciembre y enero se beneficiarán gracias a que diciembre será el mes más lluvioso de los próximos doce. Esto será muy positivo para brócolis, alcachofas, habas y demás verduras de invierno, que salen bien paradas por las predicciones que hace el secretario de Asaja, al contrario de lo que vaticinó el año pasado, cuando los augurios no eran nada alentadores para las verduras invernales. Más dificultades, en cambio, tendrán cosechas veraniegas como las de tomates o melones para salir adelante, ya que no contarán con la ayuda del agua caída del cielo. Por último, según la experiencia de Román, que el otoño sea muy seco será bueno para la recolección de la granada mollar.

Aunque el porcentaje de acierto de las cabañuelas del pasado año fue elevado, Román confiesa que cada vez es más difícil acertar la predicción porque el estado del cielo varia mucho a lo largo del día, algo que achaca a las consecuencias del cambio climático. «Yo no soy como Jorge Olcina o Vicente Bordonado, así que puedo equivocarme», bromea antes de ponerse serio para lanzar un mensaje de aviso: «Las temperaturas suben y nos estamos comiendo la tierra, no quiero imaginar cómo estará el planeta en 2050. El desierto va a llegar hasta la puerta de casa».

Una tradición que llegó a España hace casi mil años de la mano de los judíos

Los primeros documentos sobre la metodología la sitúan en Toledo en 1020 y también tiene presencia en América

Los primeros documentos de los que se tiene constancia que hablan de las Cabañuelas están fechados en el año1020 en la ciudad de Toledo, por lo que el próximo 2020 esta tradición ancestral cumpliría mil años. La metodología para predecir el tiempo del resto del año observando el cielo durante el mes de agosto llegó a España de la mano de los judíos y también se ha extendido a zonas de América Central, México o Colombia, donde el mes que sirve como referencia es enero y no agosto.

En Elche esta tradición se va perdiendo poco a poco y es complicado dar con agricultores que sigan conservando la metodología, como son los casos de Pascual Román o Juan Quirant. El primero recuerda que hace años tomaba anotaciones que luego compartía con los ya fallecidos Baltasar Brotons García y Francisco Amorós. «Cada uno cogíamos los apuntes por nuestra cuenta y luego nos juntábamos para comparar las chuletas, ver en qué coincidíamos y hacer un seguimiento mes a mes el resto del año», recuerda Román con cierta dosis de nostalgia.

Con el propósito de que esta tradición no caiga en el olvido, el agricultor ilicitano intenta inculcar la pasión por las cabañuelas a su nieto, el adolescente Héctor Maciá. «Él toma sus notas aparte y está entusiasmado con ello», asegura Román. «No es una tarea sencilla. Hay que levantarse muy temprano para observar el cielo», añade el joven.