«¿Qué pasa ahí dentro?», preguntaba un hombre inquieto al ver tanta gente y ser desconocedor de que ayer se celebraba la segunda parte del Misteri: La Festa, el día más esperado por todos aquellos amantes del ciclo asuncionista. El momento era ayer por la tarde y el lugar la basílica de Santa María que, un año más, era insuficiente para abrazar a todos los creyentes o no, admiradores y curiosos, amantes de la cultura, la historia o la religión que se acercaron, o pasaban por casualidad, para admirar este Patrimonio de la Humanidad, reconocido como tal desde el año 2001.

Lo cierto es que ser tocado por la atmósfera del Misteri te eleva a otro nivel, te genera unas sensaciones diferentes, te sientes afortunado y conectado con el resto de personas que, por una razón u otra, están ahí, viendo cómo imposta la voz la Capella, cómo soportan los escolanos el calor añadido de las vestimentas y los focos, los rostros y gestos de la Judiada cuando quieren hacerse con el cuerpo fallecido de la Virgen, la maravilla del oropel precipitado, la inmensidad de los sonidos del órgano... todo configura un fresco que hace que se pare el tiempo. Te transporta interiormente a repasar momentos de tu vida pasados, buenos y malos, y contribuye a darte cuenta que son instantes únicos.

Cada Misteri es casi igual pero muy distinto. El nuevo Mestre de Ceremonias, Joan Castaño (que ya lo fue entre los años 1991 y 2000), le ha dado algo más de agilidad a la representación y ha modificado algunas cuestiones: la Judiada ya no se queda engarfiada, ahora solo lo hace el primero en llegar al Cadafal, por citar algún ejemplo.

Asimismo, el también nuevo Mestre de Capella, Javier Gonzálvez, ha introducido, en las escenificaciones que han venido aconteciendo desde el pasado domingo, matices en determinadas voces, papeles y en algunos fragmentos. Junto a todo ello, un luthier y un musicólogo han cambiado las cuerdas del arpa y de la guitarra para que ofrezcan un sonido del siglo XVIII.

Cuestiones, no obstante, que el público en general no aprecia porque lo que importa es el conjunto, asistir a la coronación de la Patrona, disfrutar de la sorprendente aparición los elementos aéreos, de las firmes voces de los niños y del emocionante Gloria Patri final sin olvidar el sonido de las campanas, de las cohetàs y de los «Viva la Marededéu» que se suceden.

Pero para todo ello había que venir con abanico y pronto. Una hora antes de arrancar el Misteri ya era casi imposible coger asiento y empezaba a ser muy complicado encontrar un buen hueco para observar la dimensión, en todos los sentidos, de esta «explosión popular de fe», como la describe el rector de Santa María, Ángel Bonavía, a la que no fallaron dos obispos, el de Orihuela-Alicante y el de Menorca, donde el respeto y el amor priman y la emoción alcanza su cumbre.