Miles de personas desbordaron ayer las calles del centro de la ciudad en una larga noche que unió tradición y celebración con un denominador común: convertir la cita en la más larga de las fiestas y aguantar hasta el amanecer. Así, los más católicos mostraron su devoción a la Patrona mientras que los jóvenes, y no tan jóvenes, disfrutaron de una intensa noche de fiesta no solo en la multitud de barracas repartidas por toda la ciudad sino por las decenas de establecimientos del centro que ampliaron su horario de apertura y muchos de ellos sacaron las barras a la calle para convertir todo el área en una gran fiesta.

La adoración a la Virgen comenzó oficialmente pasadas las once de la noche, cuando las luminarias repartidas por la Calahorra, Santa María y el Palacio de Altamira se encendieron para, según la tradición, alejar las fuerzas del mal. Un acto muy ligado al Misteri ya que tras la muerte de la Virgen durante la representación de ayer, rodeada de los apóstoles y, mientras su alma sube al cielo de la iglesia de Santa María, su cuerpo queda expuesto a la veneración de los fieles en el cadafal de la Basílica, donde recibe la visita de miles de ilicitanos. A media tarde, el entorno ya se llenaba de puestos donde adquirir las velas que posteriormente encendieran los creyentes para realizar el recorrido en honor a la Patrona, como anticipo de una larga noche de veneración. Estas velas iluminaron más tarde el centro. Fueron muchos los que aprovecharon para hacer promesas, rezar por sus seres queridos, «o simplemente, aunque lo más importante, tener salud», señaló una mujer.

A medida que fue avanzando la jornada, era más numerosa la fiesta, hasta que, los que consiguieron aguantar toda la noche, se desplazaron a tomar un chocolate con churros, como colofón a una noche festiva. En los bares, terrazas, y recintos festivos no cupo un alfiler durante toda la noche, prueba del respaldo de los ilicitanos a una jornada única.

Seguridad

Con tanta gente en la calle, la Policía Local tuvo que intensificar la vigilancia. Los puntos más conflictivos fueron el parque Jaume I y los alrededores de la barraca municipal, donde a medida que iban pasando las horas se convertían en mayor caldo de cultivo para riñas y problemas derivados del botellón y de la aglomeración de jóvenes disfrutando de las celebraciones. Al cierre de esta edición, la Roà se celebraba sin que se hubiera registrado ninguna incidencia grave. Los efectivos sanitarios y de seguridad establecieron un dispositivo especial para actuar ante posibles altercados.

Una decena de atendidos al día por consumo de alcohol

El exceso de alcohol durante las fiestas origina cada día una decena de intervenciones por parte del equipo sanitario a causa de mareos, vomitonas o, lo más grave, comas etílicos. Una situación que tiene su epicentro en el parque Jaume I y en los alrededores de la barraca municipal, y que desde DYA, la empresa que presta el servicio de atención médica, señala que es especialmente grave entre los jóvenes. Durante la madrugada de hoy, estaba previsto que esas atenciones se multiplicaran, por lo que se reforzó el dispositivo en zonas estratégicas. Asimismo, la Policía Local veló por que comercios y bares no sirvieran alcohol a menores, y controló los botellones.