Con el Palacio de Altamira como inmejorable testigo, los dos bandos de los Moros y Cristianos de Elche volvieron a protagonizar anoche una batalla épica y cargada de espectacularidad por hacerse con el control de la villa ilicitana. Cerca de 200 festeros ofrecieron al público que se congregó en las inmediaciones de Traspalacio una majestuosa recreación de las embajadas de las fiestas patronales, con unos decorados que cada año ganan en su realismo y con una participación creciente tanto de mujeres como de niños.

Ni siquiera el calor pudo frenar al público y los festeros, deseosos de disfrutar de uno de los días más importantes en el calendario de los Moros y Cristianos, con actos que se extendieron desde el amanecer hasta pasada la medianoche. Y todo ello a la espera de que hoy se produzca la Entrada Mora. Antes de ello, anoche, en el Palacio de Altamira, integrantes de todas las comparsas que forman parte de la asociación se implicaron para actuar como parte de las tropas, los luchadores y el pueblo ilicitano en uno de los actos que forman la trilogía festera, junto al Alardo y las Entradas.

La extraordinaria recreación permitió que todos los presentes hicieran un viaje en el tiempo hasta la época del rey Jaime I, época en la que los dos bandos implicados pugnaban por el poder en el territorio ilicitano. Los festeros se esmeraron para lograr un salto de calidad respecto a lo ofrecido durante los últimos años. Para ello, se recreó un poblado cristiano, con su mercado y su taberna, junto al Palacio de Altamira. Así fue el arranque de la primera de las dos partes en las que se divide esta representación, en la que las tropas moras fueron capaces de arrebatar el poder que estaba en manos de los cristianos.

Tras el descanso, llegó el momento de comenzar la Reconquista a través de la Embajada Cristiana. Todo ello sin que cayera un espectáculo que mantuvo la emoción y el suspense en todo momento, con el uso de fuego, humo y demás efectos visuales en los instantes en los que la batalla se recrudecía. En esta segunda parte, los bandos moro y cristiano recurrieron más al diálogo que a la lucha para que la villa ilicitana volviera a estar en manos del dominio cristiano. La entrada en escena del rey Jaime I para tomar posesión de la ciudad supuso uno de los momentos cumbre de la noche.

La puesta en escena arrancó los aplausos de un público que no se cansó de animar de principio a fin y que reconoció el esfuerzo que hacen los festeros cada verano, con mayores o menores recursos económicos, para dar una nueva vuelta de tuerca a esta recreación. La espectacularidad de los trajes y el buen hacer de los integrantes de las comparsas, unido al marco que ofrece el Palacio de Altamira, posibilitaron que se viviera una de las noches más recordadas de las fiestas de agosto, en la que, tanto los ilicitanos como los visitantes que en estas fechas se acercan a la ciudad para disfrutar de sus días grandes, se marcharon con un gran sabor de boca.

Finalmente, los cristianos consiguieron su objetivo y el bando moro cedió el control al rey Jaime I y la Señera volvió a ocupar su lugar de privilegio en el castillo. La majestuosidad de los trajes, el rigor histórico, la iluminación y el sonido dejaron patente un año más el buen estado de la embajadas, con las que Elche, entre la basílica de Santa María y el Palmeral, se traslada a la época medieval.