En las fiestas patronales de Elche, uno de los días en el que los Moros y Cristianos tienen mayor presencia es el 9 de agosto. Las comparsas marcan el ritmo de la ciudad prácticamente desde que amanece el día hasta pasada la medianoche, con las celebraciones en los distintos cuarteles y cábilas hasta altas horas. La jornada arrancó con el estruendo del Alardo y finalizó en los cuarteles y cábilas y, en medio de todo ello, hubo tiempo para celebrar el desfile infantil por las calles del centro ilicitano y para la majestuosidad de las embajadas en el Palacio de Altamira.

Pese a que los problemas con el suministro de la pólvora y la subida del precio del material explosivo, que ha afectado a muchas poblaciones de la provincia, redujeron la carga del Alardo en un tercio, pasando de los 130 kilos del año pasado a 85, el ánimo de los festeros no menguó y desde bien temprano despertaron a los vecinos de la zona centro cargados con sus arcabuces y cantimploras. A las 9 de la mañana iniciaron el recorrido desde la avenida Juan Carlos I, para llegar al Palacio de Altamira cerca de un par de horas después.

Una de las notas más llamativas del Alardo de este año ha sido la fuerte presencia de mujeres, que cada vez va a más en los actos de Moros y Cristianos y que en la cita con los arcabuces ha rozado el 50%. Como viene sucediendo en los últimos tiempos, el Alardo se celebró ayer a primera hora de la mañana, en vez de por la tarde, una decisión con la que está muy contenta la directiva de la asociación y que mantendrá en los próximos años, en los que también espera que se recupere todo el esplendor y que desaparezcan los problemas con el suministro de la pólvora.

Paso a los niños

Tras los disparos de la mañana, el protagonismo de la tarde recayó por completo en los más pequeños, llamados a heredar el testigo de los Moros y Cristianos en Elche, con un desfile en el que participaron más de 400 niños. La comitiva inició el recorrido en la calle Alfonso XII y lo concluyó en la plaza del Congreso Eucarístico, llenando de alegría y color los principales enclaves del centro de la ciudad.

Los menores desfilaron con toda la espontaneidad del mundo, mientras padres y abuelos seguían sus pasos cargados de orgullo y felices por saber que el futuro de la fiesta se encuentra en las mejores manos.