Ha sido un sepelio sin consuelo, con muchas lágrimas de rabia y preguntas que nadie puede contestar. Hace unos minutos, en la basílica de Santa María de Elche, la familia de María Asunción Pérez Ibarra, de 47 años, asesinada por su marido el pasado sábado, quien se encuentra en prisión tras haber confesado el crimen, ha tenido la oportunidad de despedirla.

Los dos hijos, de 17 y 21 años, junto a otro familiares, han mostrado una entereza envidiable para ser dos personas tan jóvenes que viven desde hace cuatro días una pesadilla que ni mucho menos acaba ahora. Acompañados por amigos y sus novias, han recibido innumerables muestras de cariño por parte de los asistentes que, en voz baja, decían "que se pudra en la cárcel", mientras recordaban momentos que habían compartido en la vida de María Asunción.

Entre los asistentes se encontraba el alcalde, Carlos González, en un segundo plano. Los servicios psicológicos de DYA han acompañado a la familia durante estos cuatro días. Agentes de la Policía Local también han asistido al sepelio en un ambiente de mucha tristeza y pesar por lo ocurrido. Las palabras del diácono que ha oficiado el servicio, llenas de cariño hacia la familia, han sido insuficientes para tapar tanto dolor.

Ahora comienza el proceso judicial para sentar ante un jurado popular a Pascual Mulero, el autor material, quien está en prisión desde ayer. En la reconstrucción, tal y como ha publicado el periódico, aseguró haber atacado a la mujer por la espalda con un gran cuchillo de cocina que había cogido en casa de su madre, donde estaba viviendo después de que cesara la convivencia familiar hace una semana. Con éste segó la carótida de la mujer, lo que ya de por sí era una herida mortal. A pesar de ello y tras caer, debatiéndose entre la vida y la muerte, la apuñaló al menos en dos ocasiones mas mientras la mujer trataba de defenderse, como lo demuestran los cortes que presentaba en los antebrazos. Tras el asesinato en el aparcamiento del domicilio familiar en la calle Felipe Moya, al que accedió con un mando a distancia que no había devuelto, salió a la calle y dijo "he hecho lo que tenía que hacer", aún con las manos ensangrentadas. En su declaración aseguró que actuó por celos y que había espiado a la que había sido mujer durante los últimos días porque pensaba que había conocido a otra persona y que esta había sido la causa de la ruptura.

Desde hacía años, los único ingresos que entraban en la vivienda eran los de María Asunción, una mujer que trabajaba para una empresa de limpieza que da servicio a una de las grandes firmas del textil del centro comercial. Pascual llevaba años en paro sin trabajo.