«Toda nuestra afición comenzó un día cuando un grupo de trece personas fuimos a un cursillo de bonsáis y desde entonces no hemos parado». Roberto Busquiel es uno de los socios más veteranos de Elche Club Bonsái, un colectivo que lleva 25 años promoviendo la cultura de este arte incluso cuando no era tan conocido en España para enseñar a nuevas generaciones el ritual que debe seguirse con estos pequeños árboles, que necesitan infinitos cuidados durante las 24 horas del día y muchos años de trabajo para convertirse en especies codiciadas, por las que pueden llegar a pagarse cuantiosas sumas.

Para visibilizar la labor del club durante este recorrido, sus miembros han expuesto en l'Escorxador una muestra de 109 bonsáis que estará abierta hasta el 28 de mayo donde pueden encontrarse diversidad de ejemplares, entre ellos especies como el ficus, el olmo chino o el olivo, especies con más de dos décadas y otras jóvenes que entran en la categoría de prebonsái, porque todavía tienen que coronarse como tal.

Los expertos señalan que la transición de un árbol normal a un bonsái es tediosa y deben emplearse varias técnicas para conseguir empequeñecer la especie hasta llegar al resultado final, «aunque nunca has terminado porque siempre está creciendo y no termina de ser perfecta, y sólo si les tienes cariño puedes sacarlos adelante» apunta Roberto Busquiel, uno de los primeros socios de este club que en casa tiene cerca de treinta ejemplares que tiene que cuidar minuciosamente a diario para que no se sequen.

Con la exposición el colectivo pretende visibilizar esta afición y promover los cursos de iniciación como el del próximo mes de mayo para que los jóvenes conozcan desde la base este arte de origen chino. A partir de la formación, explican, los usuarios podrán tener conciencia de los cuidados básicos que deben darse a los ejemplares, como mantenerlos suficientemente hidratados, sobre todo cuando suben las temperaturas, y siempre en exteriores lejos del aire acondicionado. «El bonsái no está concebido para vivir dentro de una casa aunque haya tiendas que así te lo vendan, no es un ramo de flores, y por tanto se resiente y se muere», señala Ángel Noguera, otro usuario del club. Para iniciar el proceso, los expertos recomiendan que los usuarios compren un árbol de vivero y se inicien desde cero. A partir de entonces tendrán que reducir las raíces de manera equilibrada y al milímetro para conseguir que se paralice el crecimiento de la especie pero que, sin embargo, no se queden sin percibir nutrientes y se sequen. Entran en el juego algunas técnicas como el defoliado, que permite reducir al mínimo las hojas del árbol, además de otras como el pinzado continuo o la exposición a mucha luz, que paraliza el crecimiento de las hojas, aunque las frutas que producen mantienen el tamaño original. Durante el proceso se colocan también unos alambres a las ramas para modelar la forma deseada.

Todas estas técnicas de cultivo han llegado a ser criticadas en los últimos años por colectivos ecologistas, que consideran que las especies sufren durante estos tratamientos. Los más afines a esta práctica, sin embargo, señalan que son los principales amantes de los árboles porque velan a todas horas para que permanezcan en perfecto estado y no les acudan las plagas. Reseñan que la coronación final de un bonsái es cuando se traslada el árbol de una maceta de cultivo a otra de exposición, aunque es un trono que resulta costoso de mantener.