Las banderas son símbolos y las dos de luto más importante de la Comunitat se ven en la Semana Santa de Elche y Orihuela, unidas a dos tradiciones relacionadas con el Santo Entierro y las respectivas semanas santas. La oriolana, de un modo u otro, rinde tributo a un privilegio y una burla a ese Diablo con pechos que pasea junto al estandarte y al Caballero Cubierto, todo ello gracias a una bula papal que se ha sabido conservar. La de Elche, en cambio, es pasado, presente y futuro y con la misma fuerza que Antonia Ruiz, la «trencaora» (en este caso), puso la noche del viernes para que se partiera en dos el mástil tras ondearlo en tres ocasiones en mitad del lugar sagrado, se desea por los ilicitanos, de forma simbólica, la Resurrección de Jesucristo, que se producirá hoy, pero, al mismo tiempo, también anunciar o no un buen presagio para el año que separa esta Pasión de la que vendrá en 2020.

La lluvia ofreció a los ilicitanos que se acercaron el viernes por la noche a la basílica de Santa María algo inusual, como fue ver esta tradición de la que se tiene constancia escrita desde el siglo XVIII, a cubierto porque la lluvia que comenzó a caer a mediodía no paró ni un momento, obligando a suspender la Procesión General del Viernes Santo y el Santo Entierro, los actos que preceden a la «Trencà del Guió». De este modo, y gracias a la previsión de la que hizo gala la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Elche (desde 2007 es el tercer año que lo tiene que organizar así pues también en 2009 se produjo esta incidencia climatológica), la nave central de la basílica se convirtió en la Plaça de Baix. Se colocaron vallas para dejar espacio a la «trencaora» y a la tripleta y las dos imágenes que cada año presiden esta ceremoniosa tradición, la Virgen de los Dolores y el Cristo en su urna, obra de Antonio Riudaves, puestas a un lado y otro de Santa María, después de una bonita ceremonia en la que participaron los cofrades. El resto de tronos que durante los últimos días han llegado a la basílica, después de su estación de penitencia, completaban un cuadro inusual.

La tripleta cumplió con la tradición en una imagen poco habitual porque al celebrarse el acto en Santa María había un silencia casi sepulcral, muy distinto de la algarabía que siempre rodea la «Trencà» cuando se desarrolla en plena Plaça de Baix. No hubo sorpresa que no se esperara. Elche, a tenor por lo que dijo el «guió», que fue el único que habló al romperse contra el suelo de la basílica, tendrá un buen año.