¿Cómo surgió la idea de realizar esta doble actuación?

Fue una propuesta de la propia sala. Aprovechando que iba a actuar con Elefantes, programamos un concierto mío en el que le canto a Bowie. Es un tipo de actuación que he hecho bastantes veces y que la organización ha considerado que es interesante. Estoy yo solo con la guitarra acústica. Desnudo las canciones de Bowie desde el más rotundo respeto y humildad. Es un artista que siempre ha sido muy importante para mí.

¿Qué más ha supuesto la figura de Bowie para usted?

Es un personaje que está en los lugares más altos de la historia de la música. Tenía una visión personal y particular. Lo más importante de él es que fue una persona que sumó muchas disciplinas a la música: teatro, moda, imagen, cine? Su aportación más importante no es tanto musical, si no conceptual, como hizo con la propuesta de su alter ego. Nos demostró que los límites eran nuestra imaginación y ese mensaje me parece que es el más interesante que nos ha dejado como legado de su carrera.

Esta noche vuelve a actuar acompañado por Elefantes, ¿cambia mucho el concierto?

Sí, cambia mucho, cuando actúo solo es como si fuera por una carretera nacional y, cuando lo hago con el grupo, parece que voy por una autopista. Afortunadamente puedo ir por los dos caminos, ambos son bonitos y ninguno es mejor que el otro. Te enfrentas al público de maneras diferentes. Cuando estas solo, improvisas, alargas y tensas lo que consideras. De la otra forma, trabajas en equipo, con una banda que requiere una comunicación importante entre todos.

Con Elefantes hicieron un paréntesis de ocho años, ¿cómo está siendo el regreso?

Cuanto más tiempo pasa de nuestra vuelta, más me doy cuenta de que era inevitable que nos juntáramos otra vez. Fue inevitable y necesario que nos separáramos y es positivo que hagamos música juntos porque es como mejor funcionamos. Contamos con un sentir común, algo que tenemos, nuestro pequeño tesoro. No somos mejores ni peores que ninguna otra banda. Tenemos nuestra forma de hacer las cosas y poder contar con una voz propia es fundamental.

Cuando publicó su último disco, La primera luz del día

Más que una visión es una actitud. Depende de cómo vayas por la vida, de lo que hayas aprendido o te haya sucedido. Llevo muchos años en la música y soy afortunado porque me ha ido bien. Es un sueño hecho realidad y no me acostumbro con el paso del tiempo. Cada vez lo valoro más porque hay grupos que tienen un buen momento y luego desaparecen. Nosotros llevamos 23 años con Elefantes y ahí seguimos, sonando en las emisoras y con la atención de los medios. Es para valorarlo.

¿La clave está en la sencillez?

Al final las pequeñas cosas... Muchas veces proyectamos el éxito como algo maravilloso, sin haberlo probado antes ni saber lo que conlleva. Pensamos que vamos a llegar a mucha gente, que nos van a reconocer. La grandeza está en los gestos pequeños, no en los grandes. En el día a día se esconde lo que nos toca el corazón y ese es el verdadero éxito.

Si no se hace música para ganar dinero, ¿para qué se hace?

Nos encanta dormir en hoteles de cinco estrellas porque son muy cómodos. Eso va de antemano. Pero yo empecé en la música porque hubo canciones que me cambiaron la vida, que parecía que hablaban de mí, definían mejor que yo cómo me sentía. La música me ha ayudado mucho.