Un conflicto entre los vecinos de un inmueble y los propietarios de un comercio situado en los bajos del edificio terminó ayer en denuncia -otra más- después de que la propietaria llamara a la Policía para denunciar que los residentes habían encerrado a los obreros que estaban instalando un tubo extractor de humos en la terraza. Un extremo, por otra parte, que los vecinos niegan. El conflicto viene de lejos. Los residentes llevan denunciando presuntas irregularidades a la Concejalía de Aperturas desde mayo del año pasado. Denuncian que el local, dedicado a elaborar catering para eventos, provoca numerosas molestias al trabajar los fines de semana, de madrugada, despertándolos, además de otros problemas generados por el tubo de extracción de humos.

En esa conducción, precisamente, estaban trabajando los operarios ayer cuando se produjo el conflicto. La propietaria del local asegura que está harta del acoso recibido, ya que las denuncias llegaron nada más abrir en mayo del año pasado «sin que me dijeran siquiera qué les molestaba». Los residentes, por otra parte, señalan que de lo que están hartos es de que no les dejen descansar, hasta el punto de que algunos de ellos mostraban ayer las pastillas que toman para dormir a causa del ruido. El concejal de Aperturas, Carlos Sánchez, aseguró ayer que está al corriente de este caso por la polémica continua que genera, pero que los informes policiales no señalaron ninguna irregularidad. Los inquilinos afirman que la Policía les da un trato de favor y, ante tantas quejas, la Concejalía ha acabado pidiéndole al local una auditoría para controlar ruidos y otras deficiencias denunciadas por los residentes.

A partir de ese desencuentro al parecer irreconciliable, que se remonta desde hace nueve meses, lo ocurrido ayer supera cualquier guion de televisión. La propietaria del local, Arantxa, aseguró no solo que los vecinos encerraron a los obreros, sino que le tiraron huevos y la amenazaron con una escopeta. Los residentes, por el contrario, lo niegan. «Han accedido a la terraza, no sabemos con qué llaves, porque no se la hemos dado nosotros. Se han ido, y al volver, no han podido entrar. Habrán perdido la llave y, por no reconocerlo, nos han echado la culpa a nosotros».

Meses

Los obreros estaban arreglando el tubo para subsanar alguna de las deficiencias que los vecinos han denunciado, y después de que el Ayuntamiento le pidiera a los responsables del local una Auditoría. «Llevo meses pidiendo que me dejaran entrar para arreglarlo, precisamente para que no tuvieran molestias, y no me han dejado. Al final la única opción fue entrar por la terraza, que tenía llaves, y que los obreros se descolgaran por la fachada del patio de luces, por donde atraviese el tubo. Eso me ha costado mil euros más», denuncia Arantxa.

El cruce de versiones no podía ser más dispar. Dos vecinas aseguraban ayer que no le negaron el arreglo del tubo, sino que le dijeron que, primero, realizara las pruebas de ruido que también le exige la auditoría y que después le dejarían acceder. Una prueba que la propietaria asegura que tiene concertada el día 18. «Lo que ocurre es que un vecino, el que me ha amenazando hoy y ha encerrado a los obreros y les ha robado la llave, ha perdido los papeles al ver que, con las obras que estaban haciendo, me iban a dar la licencia definitiva», señala la dueña del local. Así, la denuncia presentada ayer por Arantxa se suma a las que han presentado los residentes a la Policía y la OMAC. El caso también ha llegado al pleno municipal, donde el PP trasladó las quejas, en este caso por no respetar el horario de la carga y descarga de mercancías.

Pancarta de protesta

El conflicto entre los vecinos ha llegado hasta el punto de que un matrimonio que reside justo arriba del local haya colgado una pancarta en la que se lee «menos milhojas y más descanso». La propietaria del local, Arantxa, también regenta la conocida pastelería Dalúa, de ahí la referencia, aunque el local sobre el que se ha colgado se dedica a la elaboración de catering para bodas y otros eventos.