El Museo Paleontológico de Elche (MUPE) se asocia normalmente a fósiles, minerales o rocas. No son tantos los que saben que dispone de otras muchas colecciones de gran interés, entre ellas la de malacología (conchas), que está formada por miles de ejemplares que han sido donados al museo durante los últimos años. Con el propósito de dar a conocer mejor sus otras joyas, el recinto ilicitano organiza jornadas de puertas abiertas, en las que los visitantes pueden acceder a sus laboratorios o almacenes, como la que tuvo lugar en la tarde de ayer.

La colección de conchas del MUPE se inició oficialmente en 2011. Desde la fundación del museo, en 2004, las principales piezas eran las que estaban relacionadas con las ciencias de la tierra. Fue a partir de 2008 cuando la familia del biólogo ilicitano Francisco Román, donó su impresionante archivo de conchas, con el propósito de que permaneciera en Elche. Esto abrió una nueva línea de investigación en el MUPE, con una colección malacológica que se ha ido completando con otras donaciones, como las que han realizado Antonio Crespo o Antonio Ródenas.

Dentro del objetivo de dar a conocer de primera mano este archivo, los profesionales del MUPE enseñaron a los visitantes de la jornada de puertas abiertas de ayer el trabajo que se realiza con estos ejemplares, que va desde su limpieza hasta su conservación, pasando por otros aspectos como son la consolidación de las piezas, la catalogación o el inventariado. Junto a los profesionales del MUPE también participaron en la explicación los cuatro voluntarios (Marga Román, Francisco Vives, Amelia Moreno y José Luis Garrido) que cada martes y jueves colaboran en las tareas de limpieza e inventariado, entre otras.

4.400 piezas

Los voluntarios explicaron sus vivencias y experiencias a los visitantes. Entre otros secretos, desvelaron que ya se han inventariado más de 4.400 conchas de las que donó Román. El resto se mantienen en conservación a la espera de ser inventariadas. «Contamos con ejemplares de todo el mundo, de todos los mares, lo que nos ayuda a comprender la biología marina», señala la directora del MUPE, Ainara Aberasturi. «Detrás de la colección de conchas hay un enorme trabajo», añade.

Esta labor exhaustiva para que reluzca el archivo malacológico empieza con la realización de fotografías y dibujos para que no se pierda ningún detalle que pueda aportar información relevante. También se comprueba su estado de conservación, ya que algunas de las conchas cuentan con sales que hay que limpiar con agua, así como con restos de materia orgánica, procedente de animales y algas. Otros ejemplares han permanecido a la intemperie, por lo que se deshidratan y agrietan y conviene consolidarlos. Posteriormente, en la fase de inventariado, se le asigna a cada concha una sigla y se le abre una ficha con todos los datos conocidos.

«Lo que el público ve en este tipo de visitas sólo es una pequeña parte de toda la colección, las piezas más espectaculares, ya sea por su estética o su rareza. Los visitantes valoran mucho lo que ven», concluye Aberasturi.